«Una persona puede vivenciar el dolor, la tristeza, la desesperación o la desorientación, pero no estar deprimida” (A. Lowen)
Fig 1. Depresión
1. En la depresión, la persona queda inmovilizada y fuera de contacto con sus emociones, incapaz de responder.
En la tristeza, la persona siente su cuerpo y su emoción, teniendo así, la posibilidad de dirigir claramente su comportamiento.
2. En la depresión existe un vacío interior y una ausencia de placer real.
En la tristeza todo el cuerpo se moviliza, permitiendo después una sensación de alivio y la posibilidad de volver a sentir placer.
3. La depresión presupone un miedo profundo de “no ser nadie” y una lucha ciega por la ilusión de “ser alguien”, resultando más pronto o más tarde, en una sensación de insatisfacción, de “colapso” y de “ausencia de esperanza”.
La tristeza hace consciente nuestra impotencia para alterar un programa en el que nos sentimos “sin existencia”, sabiendo que lo que no tuvimos de pequeños, no lo tendremos jamás y dejando abierto un espacio de esperanza en el presente y en el futuro.
4. La depresión es una situación percibida con tal “normalidad” que casi ha dejado de ser “enfermedad”. Se ha hecho habitual ver la depresión como algo inevitable en el mundo en que vivimos.
Eso no ocurre con la tristeza. Se habla muy poco de la tristeza. Desorienta, perturba. Y nosotros no queremos ser incomodados, no queremos estar sin saber qué hacer o decir. Pero, sobretodo, lo que realmente no queremos, es ser contagiados y sentir. Por eso, deseamos que ella no entre, que se vaya rápidamente.
Fig 2. Tristeza
Fuente: La tristeza y su función homeostática. Maria Alcina Fraga Fernández. 2ªs Jornadas Ibéricas. Lisboa, Enero de 2004.