Ponencia presentada al V Congreso de Terapia Floral de Sedibac, Barcelona, mayo 2015
Resumen: La personalidad narcisista es cada vez más frecuente en la sociedad occidental y, consecuentemente, en las consultas terapéuticas. Y desde luego esto no es una buena noticia, ni para la sociedad en su conjunto, por la individualidad y falta de humanidad que conlleva; ni para la persona que la sufre, por el vacío de vivir distanciado del Ser que la herida narcisista supone. Aunque el nombre de narcisista sea un término usado coloquialmente, es conveniente tener definido este concepto en el ámbito terapéutico. Con las premisas anteriores, este trabajo comienza con la presentación de los rasgos y mecanismos de defensa de la personalidad narcisista, un concepto más amplio y operativo para los terapeutas florales que la definición psiquiátrica del trastorno narcisista de la personalidad, que también es conveniente conocer. Continúa con la génesis de este tipo de personalidad, que nos va a permitir entender las claves de las particularidades de su acompañamiento en la consulta, así como los mecanismos transferenciales y contra-transferenciales más comunes. Finalmente se presentan las esencias florales destacadas en el tema que nos ocupa y el cómo la terapia floral y la espiritualidad bachiana puede ayudar a la personalidad narcisista.
El Narcisismo en la Terapia Floral
1. INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE NARCISISMO
Excesivo individualismo, culto a lo privado, ansia de éxito, de imagen y de poder… Vivimos en la «cultura del yo», en «la generación de Narciso». Atrás queda la solidaridad, «la pasión por el nosotros» ¿Cómo se cura esta enfermedad? (Trechera, 1996)
“El narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo” (Lowen, 2000) o “El narcisismo: epidemia de nuestro tiempo” (Trechera, 1996) son dos enunciados sugerentes y llamativos, y cada vez más vigentes, porque la tendencia de la evolución de los estilos de personalidad ha continuado en un incremento de este tipo de caracterología.
Desde diversos campos se afirma que la sociedad actual puede estar viviendo el momento de apogeo del narcisismo como tema central de la cultura. Al mismo tiempo, los terapeutas constatan que los clientes que acuden a ellos en busca de ayuda han cambiado en cuanto a sus padecimientos. En la actualidad, se responde a nuevos perfiles en los que podemos destacar dos tipos de demandas. Por un lado, los trastornos depresivos: individuos con tristeza vital, apáticos, sin ganas de vivir. Por otro lado, sujetos engreídos, egocéntricos, manipuladores, socialmente destructivos, con gran necesidad de obtener admiración y prestigio sobre los demás, pero que a su vez, presentan una fuerte sensación de pérdida de su yo, con relaciones interpersonales superficiales e insatisfactorias, percibiéndose vacíos y sin sentido (Trechera, 1996).
Pero, ¿qué es el narcisismo? En lenguaje coloquial se describe a la persona narcisista como “aquella cuya preocupación se centra en ella misma con exclusión de cualquier otra.” Quizás sea por ello que en algunas fuentes de la bibliografía floral se haya relacionado a Heather con el narcisista. Sin embargo, si profundizamos en el concepto de narcisismo, veremos que si bien este patrón floral está siempre presente por el auto-centramiento propio del carácter narcisista, y puede ser un ayudante significativo, no va a ser éste el único –ni el más importante- patrón floral que podamos vincular con este tipo de personalidad.
Otto Kernberg (1979), un relevante psicoanalista experto en la materia, afirma que “en los narcisistas se encuentran diversas combinaciones de ambición desmedida, fantasías de grandeza, sentimientos de inferioridad y excesiva dependencia de la admiración y aclamación externas. También son características de la personalidades narcisistas la inseguridad e insatisfacción crónicas acerca de sí misma, la explotación consciente o inconsciente de los demás y la crueldad hacia las otras personas”.
A continuación distinguiremos entre el trastorno narcisista de la personalidad y la personalidad narcisista. Como trastorno psiquiátrico éste no es estadísticamente muy frecuente (inferior al 6% según el DSM-V), pero como estilo de personalidad, aunque no haya encontrado cifras disponibles, la preponderancia ha de ser bien elevada en una sociedad y cultura que en sí misma es cada vez más narcisista y donde la “patología” empieza a convertirse en “normalidad”. De hecho, han sido numerosos las voces y escritos en la red que anunciaban que este trastorno podía desaparecer de la biblia de la psiquiatría, según se conocía de los borradores del DSM-V. No es así en la versión final recientemente publicada, que sí lo incluye, quizás por la alarma y críticas que desencadenó.
Fig. 1. Personalidad narcisista vs. Trastorno narcisista de la personalidad
2. EL TRASTORNO NARCISISTA DE LA PERSONALIDAD, SEGÚN EL DSM
En el DSM IV el trastorno narcisista se caracteriza por:
Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. Tiene un grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados).
2. Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
3. Cree que es «especial» y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus.
4. Exige una admiración excesiva.
5. Es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas.
6. Es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7. Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él.
9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.
Como novedad el DSM-V pone atención en que:
“Las características típicas del trastorno de personalidad narcisista son la autoestima variable y vulnerable, con intentos de regulación a través de la atención y aprobación que buscan, además de grandiosidad abierta o encubierta”.
3. LA PERSONALIDAD NARCISISTA
3.1. ¿Qué caracteriza a la personalidad narcisista?
Veamos ahora y hasta el final de este trabajo, una definición más operativa y extensible del narcisismo, enfocándolo como personalidad desde la psicología.
“En los cuarenta años que llevo trabajando como psicoterapeuta he podido constatar un cambio muy marcado en los problemas personales de la gente que ha acudido a mi consulta. La neurosis de los primeros tiempos, representada por intensos sentimientos de culpa, ansiedad, fobias u obsesiones, ya no es tan frecuente en la actualidad. En su lugar, hay muchos más casos de depresión; la gente habla de frialdad emocional, de vacío interior, de una profunda sensación de frustración y de falta de realización personal. Muchas de estas personas tienen éxito en el ámbito profesional, y esto sugiere que se ha producido una escisión entre cómo se desenvuelven en el mundo externo y lo que sucede en su interior”. (…) “Hay algo de locura en una pauta de conducta que sitúa el logro del éxito por encima de amar y ser amado” (Lowen, 2000).
El narcisismo es una enfermedad tanto psicológica como cultural. En el plano individual, denota un trastorno de la personalidad caracterizado por una dedicación desmesurada a la imagen en detrimento del yo.
El narcisista está centrado en sí mismo, pero no en su verdadero sí mismo, sino en una imagen mental idealizada de sí. Es muy dependiente de la actitud positiva de los demás hacia ellos. Consideran que los demás existen únicamente para apoyarlos. No ven a los demás como autónomos, diferentes, dignos de lo que son, un fin en sí mismos. No consideran las necesidades de otros tan importantes como las suyas propias, a menudo ni siquiera perciben que los demás tienen necesidades.
El narcisista queda atrapado en su imagen, entre la imagen de quién imagina que es y la imagen de quien es en realidad, se identifica con la imagen idealizada de sí mismo, quedando perdida la imagen del yo que les resulta inaceptable, no quieren ver su verdadero yo. La imagen inflada que tienen los narcisistas de sí mismos les ayuda a evitar la vergonzosa experiencia de sentirse vacíos e impotentes. En los narcisistas impotencia y omnipotencia existen juntas en polaridad. El narcisista impotente tiene una imagen grandiosa de sí mismo, a la que nunca puede llegar, fundamento que hace comprensible la experiencia de impotencia. Asimismo, la imagen impotente da sentido a la imagen grandiosa tan tenazmente defendida, a través de la prepotencia .
A los narcisistas les preocupa más su apariencia que sus sentimientos. De hecho, no los aceptan si éstos se contradicen con la imagen deseada. Al actuar con frialdad, tienden a ser seductores y manipuladores, a luchar por conseguir poder y control. Les falta el sentido del yo que se deriva de los sentimientos corporales. La vida les parece vacía y falta de significado, al carecer de un sentido del yo sólido. Viven en un estado de desolación.
Como origen de la personalidad narcisista Otto Kernberg señala “la fusión del yo-ideal y de la imagen del yo-real, como defensa contra una realidad intolerable en el ámbito interpersonal”. Esto es, los narcisistas no funcionan basándose en una imagen del yo real, porque ésta les resulta inaceptable, por ello se identifican con la imagen idealizada de sí mismo. Pero , ¿cómo pueden negar o ignorar su realidad?. Para ello es necesario que se desconecten de su cuerpo, ya que la imagen del yo real tiene que ser una imagen corporal. Su comportamiento no está motivado por sus sentimientos (que se alojan en el cuerpo) sino que la consciencia se vale de imágenes que son las que regulan sus actos.
Nuestra sociedad se caracteriza por una crisis de la autoridad tanto fuera como dentro del hogar. Esto lleva a que los narcisistas no sufran a causa de un superego severo y estricto, sino más bien todo lo contrario. Parecen incluso carentes de lo que se podría considerar un superego normal, que marque algunos límites morales de comportamiento tanto a nivel sexual como en otros ámbitos. Faltos de un sentido de límites, tienden a exteriorizar sus impulsos. Hay una ausencia de autocontención en su forma de responder ante personas y situaciones.
3.1.1. La falta o negación de sentimientos
“Estoy firmemente convencido de que la ausencia de sentimientos es el trastorno básico de la personalidad narcisista, y lo que permite preponderar a la imagen” (Lowen, 2000).
Actuar con frialdad emocional es el trastorno básico que distingue a la personalidad narcisista. La causa hay que buscarla en la infancia, en la que los sentimientos estuvieron demasiado o demasiado poco presentes (véase apartado 4). Por ejemplo, una madre histérica y un padre que jamás expresa sentimiento alguno.
Para mantener ante sí mismos y los demás esa imagen ideal necesitan evitar sentir/se, desconectándose de su cuerpo, que es donde se alojan las emociones reales.
¿A través de qué mecanismos?
a) El mecanismo es la supresión de los sentimientos, a través de tensiones corporales que se convierten en crónicas, por ejemplo, la ira negada genera tensión en la parte alta de la espalda y en los hombros.
b) La negación de los sentimientos es otro mecanismo que utiliza la personalidad narcisista, que se consigue reduciendo la movilidad del cuerpo. Una emoción es un movimiento “moción” significa acción y efecto de moverse o ser movido; el prefijo “e” indica que el movimiento es en dirección hacia afuera. El sentimiento de amor, por ejemplo, se experimenta como un impulso para llegar hasta alguien; la ira, como el impulso de golpear; la tristeza, como el impulso de llorar. Si el impulso funciona preparando a los músculos para actuar, entonces se experimentará como una emoción. No hace falta dar golpes para sentirse airado, pero el cuerpo se prepara para la posibilidad de tal acción. La mayoría de personas aprietan los puños de manera espontanea ante un sentimiento intenso de cólera. En otros casos, es en la mirada donde se expresa el enfado que ha salido a la superficie. No es posible que una persona sienta una emoción y no la exprese de alguna forma, por sutil que sea ésta. De este modo la rigidez corporal “mata” al cuerpo al restringir la respiración y disminuir la motilidad.
c) Sin embargo muchos narcisistas tienen un cuerpo bastante ágil y flexible. Esto lo logran a través de otro mecanismo distinto al bloqueo del movimiento, que es el bloqueo de la función perceptiva, es la selección perceptiva. A menudo ésta es una decisión subliminal, al margen de la conciencia. En el cuerpo, el punto clave de tal tensión está en la base del cráneo, en los músculos que ligan la cabeza al cuello. La tensión muscular en esta zona parece bloquear el flujo de las emociones que va desde el cuerpo hasta el interior de la cabeza, que queda así desconectada del sentimiento corporal.
¿Se niegan todos los sentimientos?
“La expresión de los sentimientos en los individuos narcisistas suele tomar dos formas: la rabia irracional y la sensiblería o sentimentalismo” (Lowen, 2000). La rabia es una forma distorsionada de dejar salir el enfado y la sensiblería es un sucedáneo del amor. Las explosiones de rabia narcisista van estrechamente ligadas a la experiencia de la frustración, a que las cosas no salgan como quieren, en otras palabras, a sentirse impotentes. Esta rabia está asociada con la traición original sufrida en la infancia.
Los narcisistas evitan sentir las emociones primarias (Yonteff, 2002), esto es, la rabia, la tristeza, el miedo y la alegría. Por ejemplo, sienten depresión en lugar de tristeza o rabia.
Algunas de las emociones secundarias más frecuentes de los narcisistas son la desilusión, la ira, la vergüenza y la envidia. Así, una de las dificultades mayores de este tipo de personalidad es el cómo manejan la desilusión, ya que no puede sentir “un poco de desilusión”. No puede sentir desilusión sin hundirse. No puede vivir la continuidad sino la dicotomía. Sus expectativas están infladas en forma de todo-o-nada, por ejemplo, vive una nueva relación como la pareja ideal, pero tras la desilusión (que lógicamente siempre llega) la pareja se cae del pedestal y pasa a ser “de lo peor”. No puede amar al otro como es, porque no lo ve, y porque sus imperfecciones son vividas como tragedias, como algo que no puede sostener o soportar, que lo desestructura.
La envidia , de otro lado, está siempre presente en la personalidad narcisista, aunque quizás sea una de las emociones menos reconocidas. Y ésta es la fuente de la hostilidad, el rechazo, el desprecio y los deseos destructivos y autodestructivos que están a su vez frecuentemente proyectados en el entorno, existiendo una cualidad paranoide en el funcionamiento de estas personas. Debido a su egocentrismo, a menudo creen que lo que está ocurriendo en el ambiente es una afirmación acerca de ellos, es decir, lo personalizan. Otra característica de esta reacción paranoide es la desconfianza frente a cualquier recepción positiva, no creyendo que la retroalimentación positiva sea honesta, de modo que mirará con desprecio a las personas que le proporcionan caricias positivas, a pesar de todo lo que las anhela.
“Sin perder nunca los estribos” (Trechera, 1996). Nada de excesos, de desbordamientos, de tensión que lleve a perder los estribos. Los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, motivado por los riesgos de inestabilidad que sufren en sus relaciones interpersonales. Su objetivo es no depender de nadie, no atarse a nada.
3.1.2. La necesidad de proyectar una determinada imagen o arrogancia del ego
El papel de la imagen es una forma de intentar compensar su sentido de inadecuación. La imagen en sí misma es la negación de los sentimientos. Por medio de la identificación con una imagen de grandiosidad, uno puede ignorar el dolor de realidad interna. Por ejemplo, presentarse como alguien comprometido con “hacer el bien a los demás”, que puede encubrir en la realidad un ejercicio de poder sobre las otras personas.
Para comprender la diferencia entre “el yo real” y “la imagen”, conviene definir y diferencia el YO del EGO. Para la bioenergética (Lowen, 2000), el YO es un fenómeno biológico, no psicológico. El “yo” son aquellos aspectos del cuerpo que tienen que ver con los sentimientos. El “yo” no se puede experimentar más que como un sentimiento. En cambio el EGO es una organización mental que se desarrolla a medida que el niño crece. El ego no es el yo. El ego representa la consciencia del yo. Al disociar el ego del cuerpo o yo, los narcisistas separan la conciencia de lo que es su fundamento vivo.
Según el funcionamiento del cuerpo una persona se puede sentir sana o enferma, con ánimo o desanimada, vital o deprimida, sexualmente excitada o impotente. Como se sienta dependerá de lo que está sucediendo en cuanto a su función corporal. La voluntad o el ego no es capaz de crear un sentimiento, aunque puede que intente controlarlo. No es posible generar verdaderamente a voluntad la respuesta sexual, el hambre, el sentimiento de amor o incluso la ira.
¿Exceso de amor a uno mismo? Lo corriente es pensar que el narcisismo es un amor desmesurado por uno mismo, sin embargo, esto es sólo parcialmente correcto. Los narcisistas son tan insensibles a las necesidades del otro, como a sus propias auténticas necesidades. El narcisista no se ama a sí mismo, ama a su imagen, no a su yo real.
Hablar de “un grado razonable de narcisismo”, equiparando narcisismo a amor por uno mismo, es –en mi opinión- desvirtuar el concepto de narcisismo, o tratarlo de una manera muy superficial. ¿Se puede hablar de un “grado razonable de narcisimo”?. Esto es, ¿se puede hablar de un “grado razonable de amor a uno mismo”? El amor a uno mismo o a los demás no tiene porqué ser comedido. El amor crece cuando nos amamos y amamos, no hay un valor óptimo intermedio. Dice S. Freud: “El que ama se hace humilde. Aquellos que aman, por decirlo de alguna manera, renuncian a una parte de su narcisismo”, de modo que aquí queda más claro que es narcisismo está muy alejado del amor.
El narcisismo es completamente diferente del amor a sí mismo. El narcisista no se ama, no está satisfecho de sí y por eso es codicioso. La codicia siempre es consecuencia de una grave frustración, ya sea codicia de poder, de comida o de cualquier cosa. La codicia se debe siempre a un vacío interior. He aquí la gran paradoja de la personalidad narcisista; por un lado es incapaz de captar nada externo a sí mismo y por otro, necesita constantemente el apoyo, la confirmación del suministro exterior narcisista para el mantenimiento de su autoestima (Trechera, 1996).
3.1.3. El afán de poder y control
La imagen en el narcisista tiene también una función externa en relación con el mundo. Es una forma de conseguir la aceptación de los demás, de seducirlos y de ganar poder sobre ellos. El afán de poder y control es característico de todos los individuos narcisistas. No todo narcisista consigue poder, ni toda persona que tiene poder es narcisista, pero la necesidad de poder es parte del trastorno narcisista.
El narcisista niega la tristeza y el miedo porque su expresión hace que la persona se sienta vulnerable, permite a la persona proyectar una imagen de independencia, valor y fuerza. Esta imagen esconde su vulnerabilidad, tanto ante sí misma como ante los demás.
Carente de la fuerza efectiva que surge de los sentimientos intensos, el narcisista necesita y busca el poder para compensar esa deficiencia. El poder parece dar energía a la imagen narcisista, darle una potencia que de otro lado no tendría.
El control tiene la misma función que el poder, les protege de posibles humillaciones. Necesitan asegurarse de que no existe posibilidad alguna de que otra persona tenga poder sobre ellos. Todo narcisista alberga un profundo temor a que le humillen.
La rabia puede desencadenarse también frente a situaciones que sean vividas como desafío de poder, por ejemplo, el caso de un padre narcisista con su hijo. La desobediencia del hijo puede ser vivida con una rabia desproporcionada y con frustración, es como si al no obedecerle el chico desafiara su poder. De niño, para el narcisista, el ganar o el perder supuso una experiencia de vida o muerte. Por ello, de adulto, el perder da mucho miedo, porque no sólo es un fracaso, sino que inconscientemente, puede ser la muerte. “Si yo no tengo poder, estoy muerto” es una creencia inconsciente irracional , que puede vivirse como “lo que más temo es no poder controlar una situación”.
De otro lado, el narcisista intenta trascender por medio del poder sus sentimientos de indefensión y dependencia. Aunque se lo nieguen, necesitan también a la gente pero no se atreven a pedir ayuda, porque abriría la herida narcisista que la persona sufrió en la infancia, cuando indefenso y dependiente, uno de los progenitores le utilizó abusando de su poder.
Como mecanismo de defensa se consideran superiores, creyendo que no necesitan a nadie. Y muchas veces parece que así sea, porque no son presa de las ansiedades humanas. La gente desesperada, asustada y perdida recurre a ellos como sus salvadores (Lowen, 2000).
3.2. El narcisista grandioso y el narcisista sensible
Wardetzki (2012) subraya la interesante clasificación dual (y complementaria) del concepto del narcisismo. Distingue entre dos clases de narcisistas o patrones de reacción: el narcisista abierto (o grandioso, impasible e insensible) y el narcisista encubierto (o inferior-depresivo, hipervigilante y sensible):
• El narcisista grandioso (o abierto) se caracteriza por su afán de poder, por ser desconfiado, arrogante, agresivo, egocéntrico, soberbio y por no prestar apenas atención las reacciones de los demás. Adopta la posición del “emisor” del que parte toda la información, no le gusta escuchar y apenas procesa lo que dicen los demás.
• El narcisista sensible (o encubierto) se muestra en cambio como un oyente “realmente cualificado”. Esto significa que escucha atentamente para reconocer las señales de rechazo y crítica. Es extremadamente sensible a las reacciones de los demás y evita ser el centro de atención. Sus rasgos de identidad son la sensibilidad, la timidez, la depresión, la vergüenza y el sentimiento de humillación.
Para esta autora, estos dos perfiles se corresponden fundamentalmente con la variante masculina y femenina del narcisismo. Masculino y femenino no significa necesariamente que sólo puedan adscribirse varones al primero y mujeres al segundo. No, ambos sexos pueden encarar estos dos perfiles. Con todo, la mayoría de las mujeres manifiestan una forma femenina de narcisismo y la mayoría de los hombres una forma masculina.
Personalmente encuentro esta distinción muy útil para la práctica terapéutica, porque ambos estilos de narcisismo forman parte de una polaridad del narcisista, lo que cambia es el lado que permanece oculto y el que se muestra (luz-sombra), también hacia uno mismo. En la práctica terapéutica floral es conveniente tener este tema presente y hacer fórmulas que o bien incluyan ambas polaridades, o inclusive, que se centren, en la polaridad menos manifiesta, sin alejarnos –como siempre es conveniente- del darse cuenta y la demanda del cliente floral.
Yonteff (2002) lo enfoca también como polaridades en la misma persona, utilizado la frase: “Soy magnífico o soy una basura”.
Tabla 1. Emociones frecuentes del trastorno narcisista
Resumen de los dos polos
Inflación (¡Soy magnífico!) |
Deflación (Soy basura) |
Desprecio Destrucción Desvalorización |
Carencia, pérdida, niño impotente. Envidia Vergüenza, rabia o pánico. |
Fuente: Yonteff (2002)
3.3. El narcisista y el narcisista complementario
Wardetzki (2012) en su libro “El amor vanidoso” hace una excelente exposición acerca de cómo fracasan las relaciones de pareja narcisistas. El narcisista y el narcisista complementario se coimplican como el sol y la sombra.
El narcisista complementario también tiene una estructura narcisista, solo que de signo contrario (Willi, 1983) . El narcisista está enredado en la grandeza de su yo, mientras que el narcisista complementario, en cambio, vive en un narcisismo encubierto caracterizado por la timidez, la excesiva sensibilidad y la infravaloración de sí mismo.
En lo tocante a su conducta relacional, el narcisista grandilocuente se pone más a la defensiva y mantiene más claramente la distancia emocional, siguiendo un patrón de apego evasivo. Por eso pasa por ser el egocéntrico de la relación. El narcisista complementario, en cambio, parece altruista y abnegado; y pese a ser el más necesitado de apoyo, tiende a evitar relaciones demasiado estrechas por miedo al rechazo.
La causa de este “reparto de papeles” reside en la estructura psíquica interna de las personas narcisistas, cuya vivencia está desdoblada: grandeza y superioridad por un lado, por el otro nulidad, insignificancia y minusvaloración, llegando incluso al sentimiento de inexistencia.
Las personas, por regla general, buscan en las relaciones de pareja un perfil complementario. El deseo que anida aquí es desarrollarse plenamente con ayuda del otro y sanar las carencias, heridas y rechazos del pasado. De esta manera ambos miembros se descargan, por así decir, de un lado de su yo, y lo viven a través del otro. El narcisista grandilocuente ya no tiene que vivir su sentimiento de inferioridad cuando se empareja con una mujer que ocupa el otro polo. Puede ser entonces el hombre fuerte y dejar que su mujer encarne la debilidad. La ventaja que en esta operación obtiene la mujer es de descargar la responsabilidad sobre los hombros del otro, y no tener que tomar decisiones sin hacer esfuerzos. Ella proyecta en el hombre las aspiraciones de grandeza que le avergüenzan, protegiéndose así de la necesidad de hacerse valer.
A todos los terapeutas florales nos vendrá a la cabeza la polaridad Vine/Centaury, que aunque no sea la única, bien refleja lo que aquí se dice.
4. LA GÉNESIS DEL TRANSTORNO NARCISITA
Para los psicoanalistas el trastorno narcisista surge como un fracaso del niño en evolucionar desde el estado de él mimo como objeto de amor (narcisismo primario) al del objeto verdadero (el amor dirigido a otra persona). Esta perspectiva, por tanto, pone el acento en el fracaso evolutivo. Para A. Lowen, fundador de la Bionergética, sin embargo, el narcisismo es una distorsión del desarrollo (no un fracaso del mismo).
Todo tipo de narcisismo se origina por las dificultades en la relación entre padres e hijos. Los padres del narcisista no le proporcionan suficientes cuidados y, sobre todo, apoyo a nivel emocional, al no reconocer y respetar la individualidad de la criatura, pero a la vez intentan seducirlo para moldearlo según la imagen que ellos tienen de cómo debe ser el niño. Ellos proyectan su narcisismo sobre su hijo: “Yo soy especial, y por tanto mi niño es especial”. Las experiencias infantiles tempranas del narcisista se caracterizan por una falta de contacto auténtico con los padres.
Wardetzki (2012) se refiere al “Yo expandido” como la actitud acaparadora del narcisista , en relación al entorno, por lo que se priva al otro de su propio yo. No se respetan los impulsos, sentimientos y necesidades del otro como ser independiente, sino que se le anexiona a uno mismo con el fin de expandir el propio yo. Por medio de mecanismos de la expansión del propio yo, la persona narcisista fuerza inconscientemente a los demás a asumir la definición que él hace de ellos.
La sociedad narcisista de hoy en día, abonará el terreno y consolidará este tipo de personalidad, si bien cabe pensar que “no puede generarla” ya que el carácter se hace en los primeros años de vida.
4.1. Humillación seguida de seducción
En primer lugar se produce una experiencia humillante de impotencia, a la que le sigue un proceso de seducción, mediante el cual se le hace creer al niño que es un ser especial. Esto se ve acompañado de un rechazo, tanto en la humillación como en la seducción, y sucede con frecuencia que el progenitor que seduce también rechaza.
De niños, los narcisistas sufren lo que el psicoanálisis describe como una grave herida narcisista, un golpe a la autoestima que moldea su personalidad y deja en ella una cicatriz. Tal herida conlleva una humillación, que representa en concreto la experiencia de sentirse impotente mientras la otra persona disfruta del ejercicio del poder y del control sobre uno. “Todos mis pacientes narcisistas han pasado por la experiencia de sentirse profundamente humillados durante su infancia, y esta humillación se la infringieron sus padres al utilizar el poder sobre ellos como medio de control” (Lowen, 2000).
El castigo físico no es la única forma de humillar a los niños, la crítica que les hace sentirse inútiles, inadecuados o estúpidos, cuando la crítica no va dirigida a servir de utilidad sino a demostrar la superioridad paterna. Algunos padres se ríen o burlan de sus hijos. También pueden minimizar los sentimientos de éstos, tildándolos de falsos o haciendo comentarios sarcásticos del tipo “lágrimas de cocodrilo”. La lista de formas de rebajar, machacar, herir al niño y negarle el respeto de su humanidad de su identidad puede ser muy larga.
El proceso de seducción de su infancia es el origen de que se sientan traicionados. Que se les rechace o se les hiera abiertamente provoca en ellos un sentimiento de cólera, pero sentirse traicionados por la falsa promesa que les hizo una persona en la que confiaban, genera en ellos una rabia asesina.
¿Cómo se produce la seducción? La palabra seducción viene del latín seducere, que significa apartar . La madre, por ejemplo, puede establecer una relación especial con el niño. El niño seducido puede hacer la siguiente conexión: “Mamá me quiere más a mí que a mi hermano o a mi padre, por tanto, soy superior a ellos”.
La promesa –explícita o implícita- de que va a ser muy especial es el cebo seductor que los padres le ponen delante al niño, para moldearle según la imagen que ellos tienen de cómo debe ser su hijo. Los padres tienden a identificarse con sus hijos y a proyectar en ellos sus propias aspiraciones y deseos insatisfechos.
Ser especial es ser superior al yo corporal. El niño se ve obligado a rechazar la parte de su yo a la que el progenitor pone objeciones, es decir, sus sentimientos corporales y el deseo de ser independiente. Con el tiempo, mentalmente cree que podrá controlar, y suprimirá, aquellos sentimientos que sean inaceptables y le causen dolor. Suprime y niega el temor a sus padres, la cólera que sintió cuando empezaron a usar la fuerza con él, y su tristeza y desesperación por la pérdida de su verdadero yo.
También está el caso de los padres que buscan la comprensión y la simpatía de su hijo y le tratan como a un igual, le colocan en una posición de adulto. El niño es seducido y utilizado, haciendo que el niño se sienta especial.
La seducción puede ser de distinta índole, también de tipo sexual, normalmente de manera inconsciente, tal y como describe el psicoanálisis y comparten, aunque más matizado, otras corrientes psicoterapéuticas.
4.2. ¿Cuál es la vivencia o recuerdo de la infancia del narcisista?
El narcisista en terapia casi siempre habla –al principio- de que nunca sufrió desilusiones, ni conflictos, ni decepciones, una experiencia idílica en su infancia, la cual fue magnífica y sin contratiempos, y manifiesta buena relación con los padres, especialmente con la madre, con quién tuvo una relación estrecha, y con quien ha quedado en simbiosis. Introyectó una imagen idealizada de al menos uno de los padres, para mantener cierta sensación de familia armónica, estructurada, amorosa y ordenada.
Con posterioridad, conforme avanza la terapia, el narcisista toma conciencia de haberse sentido incomprendido, utilizado, privado de libertad (en la manifestación de su verdadero ser) e invisible frente a lo que realmente era, incluyendo su experiencia emocional, necesidades, habilidades y debilidades. No se reconocieron ni se respetaron los sentimientos del niño, rara vez recibió elogios por sus logros, excepto si representaban la autoestima de los padres. Lo alababan en forma desmedida cuando no había un logro real, o los logros se minimizaban y se atribuían a los padres.
4.3. “De la seducción a la explotación sólo hay un paso”
Wardetzki (2012) lo simboliza en el concepto del “niño joya”: “yo era la joya de mis padres, me exhibían ante sus amigos y familiares… No veían mi angustia, sólo se veían a sí mismo y su orgullo de padres”. Estas palabras muestran con claridad cómo funciona la llamada explotación narcisista. No son las necesidades, la persona del hijo, las que adquieren un significado prioritario, sino el deseo de los padres de sentirse reconocidos, confirmados y aplaudidos. Y qué mejor forma de conseguirlo que a través de las dotes de su hijo, de la que los padres se apropian para compensar su propio déficit narcisista y elevar su autoestima. El niño desempeña su papel pese a representar para él una pesada carga y una fuente de angustia y de sentimientos de inferioridad. Al mismo tiempo, sobre el niño recaen grandes aspiraciones, surge ahí un dilema interior entre la nulidad y el ser alguien especial, entre la depresión y la grandeza, dilema que le acompaña al narcisista durante toda la vida. Esto conduce al “drama del niño dotado” (Miller, 1979).
“De la seducción a la explotación sólo hay un paso” se da, por ejemplo, cuando alguien ha de hacer por otro algo que realmente no entra dentro de sus responsabilidades, como es el caso de los niños que se ven obligados a apoyar a sus padres porque a causa de depresiones, adicciones u otros motivos no son capaces de cuidar de sí mismos. Se les asigna así el papel de padres. Se trata de una inversión directa de la relación padre-hijo: el niño se convierte en padre y/o madre, los padres en niño, lo que recibe el nombre técnico de “parentalización”. Es una de las formas que adopta la explotación psíquica del niño, pues en lugar de ser protegido, ha de proteger a los demás. Estos niños viven preocupados de lo que será mejor para papá o para mamá, y dejan de percibir lo que ellos mismos necesitan. No consiguen desentenderse de las necesidades y exigencias de los padres, y cuando lo intentan son invadidos por un intenso sentimiento de culpa. Es muy posible que estos niños hayan aprendido estos mecanismos y los utilicen de adultos, esto es, seduzcan y exploten.
4.4. ¿Grados en la personalidad narcisista?
Es posible que muchos lectores estén reconociéndose en algo de lo dicho aquí. Pero no en toda la crudeza del trastorno narcisista de la personalidad en un nivel de enfermedad psiquiátrica o forma “maquiavélica” o “maligna”. ¿Podemos hablar de niveles de narcisismo? Indudablemente sí. Yonteff (2002) lo incluye dentro de una categoría intermedia entre el neurótico y el psicótico, junto a la personalidad limítrofe, tal y como hace el reconocido psiquiatra en la materia Kernberg (1979) en su obra “Desordenes fronterizos y narcisismo patológico”. Si bien muchas de las personas con trastorno narcisista parecen bien integrados y son capaz de dar una imagen de “salud” en nuestra cultura narcisista.
Lowen (2000) desde la Bioenergética hace una escala de algunos de los caracteres, de menor a mayor gravedad en su narcisismo: carácter fálico-narcisista; carácter narcisista; personalidad límite; carácter psicopático; y la personalidad paranoide.
Kernberg (2005) distingue -aumentando el grado de enfermedad y de dificultad en la cura- entre: el trastorno de personalidad narcisista, el narcisismo maligno y el trastorno de personalidad antisocial (o psicópata).
Por tanto, sin que sea objetivo de este trabajo entrar en las diferenciaciones anteriores, que por ello sólo se nombran, podemos concluir que la herida narcisista puede estar presente tanto en lo que hoy en día podría considerarse una persona vista como “relativamente sana”, por estar bien integrada en la sociedad actual; hasta el psicópata, ése último “¿trastorno?” sin cura, según los expertos en la materia.
5. EL ACOMPAÑAMIENTO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA
“La terapia con la personalidad narcisista es un proceso de conexión con el yo” (…) “Con pacientes narcisistas, mi tratamiento se basa en ayudarlos a volver a conectar con su propio cuerpo, a recuperar sus sentimientos perdidos y a recobrar la humanidad”. La clave de la terapia es la comprensión, el ser capaz de ver su dolor, sus temores, la intensidad de su lucha por conservar la salud mental en una situación personal que podría llevarlo a la locura. “Todos los pacientes están desesperados en encontrar a alguien que los comprenda”. (…) “El enfoque que utilizo inicialmente con todos los pacientes narcisistas es ayudarles a conectar con su tristeza. Y no siempre es una tarea fácil de llevar a cabo” (Lowen, 2000).
Hasta que un terapeuta no comprende plenamente la función de las defensas de una persona, no es posible derribarlas. Para A. Lowen la desconexión con los sentimientos tiene como base un miedo a la locura. La personalidad narcisista puede tener la creencia (inconsciente) de que se desbordaría si permite aflorar cualquier sentimiento a la esfera de la consciencia. En su inconsciente equipara sentimientos a locura.
La cuestión del poder y del control también surge en el contexto terapéutico. No se producirá un cambio básico en la personalidad o en el carácter de un paciente, si es éste quien controla la terapia. Pero a la mayoría de los pacientes narcisistas les aterroriza ceder el control. No confían plenamente en el terapeuta y –dadas sus primeras experiencias- es comprensible que así sea. Tienen miedo a ser utilizados, tal y como les sucedió en el contexto familiar. Ven al terapeuta como alguien que tiene poder, y por ello se resienten contra él y le oponen resistencia. Éste es por supuesto, un problema de transferencia . Con todo lo necesitados que están, no pueden aceptar su dependencia de otra persona para que les ayude a cambiar la situación. Sentirse impotentes es demasiado humillante para ellos. Tienen que conservar el control de la situación.
El control se mantiene negando y suprimiendo los sentimientos. Pero el objetivo terapéutico es precisamente ayudar a los pacientes a abrirse y a aceptar sus sentimientos. Esto significa que tienen que aprender a dejar de controlar. Tienen que aprender a que les muevan sus emociones y sentimientos, incluso a dejarse llevar por sus respuestas emocionales –de otro modo jamás conocerán la gloria del amor y la euforia del gozo-. Pero nos encontramos aquí con un dilema: es precisamente el miedo a dejarse llevar por los sentimientos lo que asusta a los narcisistas. Este miedo hace surgir otro: el miedo a la locura, contra el cual movilizan todas sus defensas. Para ellos, perder el control es lo mismo que volverse locos (Lowen, 2000).
Trechera (1996) se refiere a la demanda de los clientes narcisistas como “un malestar difuso que lo invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida. La crispación neurótica se sustituye por la flotación narcisista. Y al acercarse a la terapia, la actitud de estos pacientes no es la de quien está pidiendo ayuda, sino la del que inicia un espectáculo en el que va a exhibirse. Durante las sesiones realizarán un gran esfuerzo por invertir los papeles terapeuta-cliente. «¡Qué suerte por tenerlo a él en la consulta!» está en el pensamiento de muchos. Lo importante es que no sea el terapeuta el que pague los honorarios al cliente”.
En la misma línea Wardetzki (2012) dice que “los clientes narcisistamente estructurados representan a menudo un desafío para el narcisismo de los terapeutas”. Los perfiles que se menosprecian a sí mismos de manera más abierta (narcisistas sensibles) transfieren a quienes los tratan el poder y la responsabilidad de su recuperación o progreso, y recurren a la defensa depresiva para infundir respeto. El tipo narcisista grandilocuente emprende rápidamente una lucha de poder para obtener la supremacía en la relación, cambiar las tornas e intentar tratar a quien le trata. De ahí que terapeutas sientan involucrados tanto su propia grandeza como sus sentimientos de inferioridad. Para el perfil grandilocuente, ocupar el centro de atención y tener poder son tan necesarios como el aire para respirar. Pero el control deberá terminar allí donde constituya un obstáculo para el trabajo conjunto.
Es importante trabajar con el narcisista el niño interior herido. La persona quedó herida en su niñez por rechazos o traumas reaccionando en la actualidad con miedo, desconfianza y sentimientos negativos de no ser amado e importante. Nace ahí un deseo de reconocimiento y aprecio que, en el caso de los narcisistas adultos, se expresa en exigencia de atención y amor constante.
Reconocemos al niño interior cuando la conducta y sentimientos que desencadena una determinada situación no se corresponden con la edad real del adulto. Para acceder al niño interior, el adulto tiene que establecer contacto con el niño que en su día fue. A veces opone resistencia al acercamiento a este lado herido del yo, se lo aparta, no queremos percibirlo. En realidad, el adulto rechaza a su niño interior del mismo modo que él en su día fue rechazado. Comenzar a trabajar con el niño interior desencadena reacciones emocionales muy intensas.
Si el trabajo con el niño interior es importante, no lo es menos, en mi opinión, el trabajo con el adulto interior en una fase posterior. Aunque haya posibilidades de reconocer y reconstelar escenas de la niñez, en algún momento el adulto tendrá que hacerse cargo de ese niño, que hoy en día no podrá rellenar semejante hueco de su infancia. Si aprende a reconocer al niño interior “disparado”, podrá desde un esfuerzo consciente, hacerse ayudar del adulto interior para sostenerse en la frustración de no poder recibir aquello que no se recibió. Aprenderá a reconocer su necesidad, apreciarse y nutrirse de su entorno, pero sobre todo, del amor hacia sí mismo. Larga y ardua tarea para el narcisista.
No obstante no es fácil que los narcisistas (más aún la tipología grandilocuente) vayan a terapia, y cuando lo hacen, con frecuencia es por crisis vitales. Cuando lo que hasta entonces definía su proyecto vital (estabilizadores emocionales que sostienen su autoestima frágil) se ha venido abajo, ya sea la pérdida de un trabajo, de una pareja, o por otras circunstancias que le llevan a cambios en los cuáles no saben cómo reaccionar. Pueden llegar a derrumbarse, con miedo, enfermedades psicosomáticas, depresiones por abandono, pensamientos de suicidio o sentimientos tanto de inferioridad como de desamparo y sin sentido.
Por regla general, la dinámica narcisista de los clientes se manifiesta en la relación con el terapeuta en forma de ambivalencia. Por un lado creen conocerlo todo mejor y poder resolver sus problemas por ellos mismos, por el otro las esperanzas y exigencias que depositan en la terapia son muy altas.
Existe asimismo una alta probabilidad de que estos clientes se sientan ofendidos o decepcionados. Y el sentimiento de agravio impedirá que se embarquen en la terapia, o harán que se desconecten interiormente de ella. Lo notaremos porque actúan como si de verdad se entregaran, pero en realidad se defienden interiormente y boicotean el trabajo, hasta que un día, y con razón, se quejan de que no progresan. No son conscientes de su postura, es decir, de la resistencia que oponen a la terapia. En este caso, según B. Wardetzki, el terapeuta puede detectar este conflicto y tematizar la ambivalencia y el sentimiento de agravio. Para ello es necesaria una actitud benevolente por nuestra parte, que trasmita al cliente la sensación de ser entendido y ser tomado en serio. Los ataques agresivos o peyorativos que recibimos a veces por parte de los clientes hacen más difícil conservar esta actitud.
En relación a la contra-transferencia, tenemos que saber que los narcisistas se pueden aliar con nuestro lado grandioso, al idealizarnos. Su seducción puede activar nuestro lado narcisista, y hacer que nos embarquemos en ser ese terapeuta “perfecto”. Pero cuando se dé cuenta de que no somos tan perfectos (cosa que más temprano o tarde ocurrirá), nos bajarán del pedestal con la misma rapidez con la que nos subirán a él. Para evitar esta situación, B. Wardetzki sugiere abordar relativamente pronto el tema de las expectativas que depositan en el terapeuta, de su responsabilidad en la terapia y las decepciones.
El alto grado de susceptibilidad de las personas narcisistas requiere un equilibrio constante entre apoyo y confrontación. Les brindamos por un lado apoyo, sostén, por el otro representamos el límite, la confrontación. Como sabemos, la confrontación benevolente y amorosa ofrece una oportunidad para aceptarse a uno mismo, pero en el caso de estos clientes habrá que se especialmente cuidadosos en el momento y forma en que la realizaremos.
También forma parte de la confrontación constructiva establecer claramente las condiciones del encuadre de la terapia, es decir, la observancia de las sesiones, la puntualidad, el correcto pago de las sesiones etc. Los narcisistas, junto a los sentimientos de grandeza que los acompañan, tienden a querer imponernos sus condiciones. Argumentando implícitamente: ¡yo soy un cliente especial por lo que espero un trato especial!.
Alzueta y Berruete (2013) en su escrito “Narcisismo, una aproximación gestáltica” plasman su amplia experiencia en el acompañamiento terapéutico:
El paciente narcisista vendrá semana tras semana a contar su película semanal. Dada la humillación, más o menos consciente que acarrea, contener esto es una adecuada actitud terapéutica, ya que el paciente obtiene la atención de una persona, para él, importante y respetada, que le escucha y atiende, comprende y responde a su experiencia, ayudándole a integrar cualquier herida, cualquier victoria. Esto no es una pérdida de tiempo, ni una manipulación, ya que es su necesidad, y el terapeuta que no comprende esto, y se siente frustrado es que no asume su propia frustración, ni la responsabilidad inherente a su trabajo. Habrá tiempo posterior, con el vínculo establecido, para poder ir elaborando su carácter.
Lo primero y más importante es la humildad y la paciencia del terapeuta, consiste en respetar y confiar plenamente en su realidad, aun sabiendo que básicamente lo que él va a mostrar es una imagen de sí mismo. Es importante tener una actitud que conlleve respuestas empáticas y comprensivas, más que la insistencia en un diálogo abierto, sugerencia de experimentos y actuaciones, o interpretación. No hay que tratar de movilizarlo hacia un mejor darse cuenta o contacto. Muchas intervenciones comunes y útiles los narcisistas las viven como exigencias para satisfacer las necesidades de los terapeutas, en vez de anteponer sus propias necesidades.
De otro lado, no podemos olvidar nunca en terapia su paranoia y desconfianza, siempre está presente, y en cualquier intervención donde se traspase el límite que se va estableciendo en la relación, el narcisista, o bien cae en desilusión, y la terapia no le sirve para nada, o carga contra la actuación del terapeuta, o se indigna, y dedica al terapeuta su peor expresión, de cólera, cinismo o prepotencia.
El narcisista, igual que todas las personas que pasan por terapia, se sentirá agraviado y contrariado, sentirá desilusión, miedo, herida narcisista, dolor… en determinados momentos de la terapia (muchos conforme avanza el proceso). Cuando esto ocurre y el paciente se siente vulnerable, el terapeuta no tiene que defender o tratar de imponer su intervención, ni disculparse por ella, ni tratar de cambiar la experiencia del paciente tal como se vivencia, hay que vivirla con él. Lo necesario es la actitud de explorar su experiencia y simplemente reconocer nuestra parte en la interacción, junto con afirmar que su experiencia es válida. Al sentirse herido, se pone rabioso, luego sombrío y rencoroso, sin embargo, se repone rápidamente de estos incidentes, pero, necesita una rendición del terapeuta, una disculpa o un acuerdo. Tras haber compartido su afectación, aceptado e integrado con él su emoción, el narcisista necesita que el terapeuta se disculpe, de alguna forma, con él, ya que si no, no se recupera del todo, queda un resquemor que se va enconando, poco a poco.
Con el paso de la terapia el narcisista va adquiriendo mayor coherencia, seguridad, y sentimientos positivos hacia él, su darse cuenta se hace más preciso y lo pone al servicio de sus necesidades orgánicas y de las de los otros, entra en contacto más con otras personas, pero no como si fueran parte suya, sino separadas de él mismo.
Para que la relación terapéutica tenga éxito es imprescindible que nosotros los terapeutas también nos confrontemos con nuestro lado narcisista. Si nos sentimos humillados cada vez que un cliente no hace progresos y no nos ratifica en lo relativo a nuestra competencia, puede generarse una dinámica de explotación bajo el razonamiento: “tienes que curarte para que yo pueda tenerme por un buen terapeuta”.
Al hilo de lo aquí apuntado recuerdo algunos alumnos en formación de terapia floral que preguntan “¿cómo hacer para que el cliente me cuente?”.A lo que les respondo: “el cliente ya se está trayendo como es, con su dificultad de expresión, ¿para qué quieres que te cuente?, encontrando comúnmente en supervisión una razón narcisista.
La supervisión es un tema importante, y para los terapeutas narcisistas les puede resultar difícil, así como lo es embarcarse en un proceso personal. Les cuesta estar del lado del ayudado.
Para finalizar este apartado, aquí un caso de un terapeuta que describe Yonteff (2000), óptimo para la reflexión de la parte narcisista que muchos terapeutas han de concientizar y en la medida de lo posible sanar:
“Paul es un psicólogo de 48 años. Cuando está con un paciente o frente a un grupo, su rostro está lleno de energía, sus ojos claros, brillantes, expresivos. Se mueve con fluidez y gracia. Su discurso es fluido. Habla autoritariamente y con gran presencia. Muchos de sus pacientes se sienten personalmente tocados, dirigidos, inspirados, tomados en cuenta. ¿No es ésta una excelente imagen de contacto y preocupación por otros?.
No es todo lo que parece ser, ya que Paul utiliza a las personas para su glorificación. Para el sentido del sí mismo de Paul, es importante que sus pacientes le adoren y que él los lleve a alguna parte. Cuando no están presentes, a menudo se refiere a los pacientes de manera despectiva, inflada, no horizontal y desequilibrada. Pacientes con los cuales él es peyorativo. Los pacientes son una extensión de sus necesidades.
Cuando un paciente discrepa con él, se niega a seguir una sugerencia en particular o quiere terminar la terapia antes de que Paul lo considere apropiado, aparece una imagen más completa de Paul y queda al descubierto su “falla” subyacente de tratar al paciente como otro auto-regulado y único. La auto-inflación previa de Paul se desinfla como un globo que pierde aire. Y se siente deprimido, rabioso, rencoroso o insensible”.
Y sin que sea tan extremo, ya hablaba Miller (1979) del “complejo de psicoanalista”, y aunque no nombre –si bien recuerdo- la palabra narcisista, se está refiriendo a una experiencia de niñez y de vida basada en esta herida, que según en la experiencia de ella portan muchos terapeutas.
6. EL AUMENTO DEL TRASTORNO NARCISITA
“Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe” (Jose Luis Sampedro)
Cada contexto social crea su propio estilo de vida, una determinada jerarquía de valores, diversas pautas de comportamiento y sus propias patologías. El trastorno narcisista de la personalidad es una alteración típica de nuestro modo de vida. Dos influencias claves han propiciado el desarrollo actual del narcisismo. Por un lado, el contexto norteamericano y por otro, el enfoque filosófico de la postmodernidad. El trastorno narcisista se caracteriza por varios rasgos: imagen distorsionada de uno mismo, maquiavelismo, dominancia-poder, exhibicionismo y falta de empatía. Las consecuencias negativas del estilo de vida narcisista, desde un punto de vista psicológico y sociológico, son obvias (Trechera, 1996).
¿Qué ha podido suceder para que hayan aumentado los trastornos narcisistas, en comparación con épocas anteriores? La expansión creciente del narcisismo en occidente, según Lowen (2000), hay que buscarla en el contexto cultural que ha dado un giro casi de 180 grados. Lo que predomina hoy en día en nuestra cultura es una tendencia a considerar los límites como restricciones innecesarias del potencial humano. Los negocios se dirigen como si no existieran límites para el crecimiento económico. El poder, el rendimiento y la productividad se han convertido en los valores dominantes, y han desplazado a virtudes tan “anticuadas” como la dignidad, la integridad y el respeto a uno mismo.
Desde el punto de vista cultural, se puede entender el narcisismo como una pérdida de valores humanos –ausencia de interés por el entorno, por la calidad de vida, por las demás personas-. Una sociedad que sacrifica su medio natural para obtener dinero y poder, no tiene sensibilidad por las necesidades humanas. La proliferación de cosas materiales se convierte en la medida del progreso vital. Cuando la riqueza material está por encima de la humana, la notoriedad despierta más admiración que la dignidad, y el éxito es más importante que el respeto a uno mismo, entonces la propia cultura está sobrevalorando la imagen y hay que considerarla como narcisista.
A. Lowen subraya una causa importante, la idea de que se ha producido una crisis de autoridad en el hogar y en la comunidad. La voz de la comunidad ha perdido fuerza. A lo largo de las generaciones las familias han seguido códigos de conducta que no estaban tan basados tanto en el poder de los padres como en la cohesión social. Poner el acento en el poder de los padres lleva inevitablemente a los hijos a la rebelión o a la sumisión. La sumisión encubre el deseo de rebelión y la hostilidad internos. El niño que se somete aprende que las relaciones están regidas por el poder, lo que abona el terreno para que se afane por conseguir poder en la vida de adulto. Los niños aprender rápidamente a jugar el mismo juego que sus padres –el juego del poder-. La mejor manera de obtener poder sobre los padres es hacer algo que les molesta, por ejemplo no comer.
Alzueta (2010) en su escrito La cultura narcisista señala como “ante la falta de creencia en los ideales colectivos, la sociedad en su conjunto opta por la vivencia inmediata del placer, el culto al cuerpo y a la moda, el hedonismo, siendo estos motivadores básicos de la conducta individual. (…) “Característica asimismo de la cultura narcisista es la falta de una ideología que explique y concrete el mundo. Al no quedar clara la existencia de Dios, al ser todo relativo, la felicidad está en lo social quien dice, aparte de cómo hay que ser, lo que hay que hacer, y el cuerpo que hay que tener. Dado que todo es social, la sociedad tiende a obviar la posibilidad de trascendencia a un valor supremo, bien por pérdida de fe, o por falta de una creencia religiosa que nos sustente”.
Ante la carencia de un proyecto universal, el hombre occidental se refugia en el culto a la individualidad. Cada sujeto es el centro del mundo y del universo. Nuestra civilización occidental se caracteriza por perder de vista las necesidades del otro, por tener una anestesia social, y por buscar compulsivamente utensilios o experiencias que satisfagan la necesidad de gratificaciones inmediatas, vemos los hechos sin que nos afecten o interpelen. Es una cultura del “yo en primer lugar”. El culto al individuo puede dar lugar a la egocracia. Muchos sujetos se resguardan en el individualismo y en las experiencias inmediatas: la sexualidad, el baile, los deportes, la droga. “La vida es tan dura y tan insoportable, que vale más morirse viviendo bien que conservarla privándose de vivir bien” (Trechera, 1996).
7. ESENCIAS FLORALES PARA LA PERSONALIDAD NARCISITA Y SUS MECANISMO DEFENSIVOS
7.1. La princesa de hielo y el analfabeto emocional
Wardetzki (2012) titula un capítulo de su libro “la princesa de hielo y el analfabeto emocional”, título muy sugerente para introducir este apartado. Las esencias florales, con un acompañamiento terapéutico apropiado, trabajan conectando “La personalidad y el Alma” en palabras del Dr. Bach, o “el Ego con el auténtico Yo”, en palabras de A. Lowen. Las esencias florales nos hacen más conscientes de nuestras emociones.
Tomando esencias florales es frecuente la experiencia de encontrar cada vez más difícil el auto-engaño emocional, esto es, se nos hace afortunadamente cada vez más difícil el identificarnos con el ideal (lo que deberíamos sentir o no), y estamos cada vez más en contacto con los sentimientos auténticos. ¡Nadie dice que este proceso vaya a ser fácil!. Pero es, en mi opinión, es una de las mejores formas de desandar el largo proceso que nos llevó a alejarnos del verdadero Ser y, cuya distancia, a veces desconocida, nos produce tanto sufrimiento.
Simbólicamente las esencias florales ayudan a “la princesa (o príncipe) de hielo” a estar cada vez más en contacto con sus emociones, su cuerpo, su auténtica naturaleza, por tanto. Y al “analfabeto/a emocional” a conocer la riqueza y sutileza del mundo emocional. Entonces las emociones pasan a ser guía, y no tanto la mente, y empezamos a sentir que –¡por fin!- vamos logrando ser “el capitán de nuestro propio barco”.
7.2. El narcisismo en los esquemas del Sistema Bach y en los 7 grupos
Las personalidades (dentro de los 12 sanadores) más narcisistas del Sistema Bach son seguramente, y por este orden, Vervain y Chicory. Los mecanismos defensivos se pueden traducir en primer lugar en Vine y Rock Water (ayudantes), también cobra relevancia Agrimony. Las heridas profundas del carácter podemos encontrarlas en la desolación de Sweet Chestnut y el miedo a la locura de Cherry Plum, la inadecuación (entendida como sentimiento de ser defectuoso) de Crab Apple y la impotencia de Larch.
En el esquema atribuido a Bach (Barnard, 2008), los mapas emocionales personalidad-ayudantes que caracterizarían a la personalidad narcisista serían:
Vervain – Rock Water – Vine
Chicory – Heather – Vine
De entre las últimas 19, como se verá en el apartado siguiente, destaca Beech como un patrón eminentemente narcisista . Beech es la esencia complementaria de Vervain en este Esquema de Bach. Asimismo, Beech está en el mapa emocional de Vervain en el esquema del Sistema Bach desarrollado, a partir de sus escritos, por Juan Bautista (2007).
Si nos vamos al esquema de los 7 grupos (Bach, 1936), sin duda escogemos al grupo VII de la “excesiva preocupación por los demás”, que aquí cabría cambiar por “la excesiva preocupación por sí mismo y venta al otro de que es por él (manipulación)”, es el grupo del carácter narcisista, también llamado “el grupo de los egos fuertes”:
Vervain, Chicory, Rock Water, Vine y Beech
7.3. Antecedentes en la bibliografía floral
Merece la pena detenernos en Beech, esencia floral de las últimas 19. Ricardo Orozco (2010) en su libro “Flores de Bach. 38 descripciones dinámicas” al describir a Beech menciona para su comprensión al narcisismo como concepto clave. Realmente todas las palabras clave de Beech están en el carácter narcisista: Pretenciosidad; Arrogancia; Agresividad; Sentimiento de superioridad; Desprecio; Rigidez; Irritación; Rechazo; Falta de adaptación; Intolerancia; Crítica hacia los demás. Si pienso en las personas más marcadamente Beech que he conocido, me viene rápidamente una imagen de una arrogancia crítica que, a modo de coraza, trata de evitar a toda costa que la sensación de impotencia -que a veces fácilmente se vislumbra- salga al exterior.
En el “Nuevo manual del diagnóstico diferencial de las flores de Bach”, R. Orozco (2011) dice de Beech: “Si se lo considera como un narcisista es posible destacar algunos temores básicos como por ejemplo, no ser reconocido como una persona brillante y destinada a ocupar un lugar glorioso en el mundo. Cuando los que tienen una tendencia más paranoica fracasan en sus pretensiones, pueden sentirse perseguidos y creer que los demás se confabulan para perjudicarlos, o incluso, destruirlos. Si tomamos la crítica como punto de partida en Beech, vemos como en algunos casos se expresa como una herramienta de defensa, por lo que podría estar basada en un temor a ser lastimado”.
En una obra previa, “Inteligencia emocional y flores de Bach”, Rodríguez y Orozco (2005) se centran en Beech dentro de la personalidad narcisista, ligada a un estilo que denominan “narcisista elitista”. Consideran variantes del narcisista a Vine al que llaman “el narcisista sin principios”; Rock Water, como extensión de Beech al que denominan “el narcisista compensador”; y, a Chicory le reservan el nombre del “narcisista amoroso”. Como vemos casi todo el grupo VII está aquí reflejado.
Más adelante, en la ponencia “Vervain y Vine: la personalidad antisocial” R. Orozco (2009) nos habla del narcisismo de estas personalidades. No en vano, el trastorno antisocial de la personalidad es visto como un caso grave de trastorno narcisista (Kernberg, 2005).
Finalmente, R. Orozco (2011) en su escrito “Larch: ¿querer es poder?” menciona, en su usual tono de humor didáctico, la sobrevaloración de algunos terapeutas como Vervain, que están convencidos de saberlo todo, Chicory y Heather, que pueden sentirse “guiados” por alguna instancia superior, imaginada por su propia necesidad de sentirse especiales. Asimismo, a Beech que se sobrevalora en su narcisismo desestructurado. “(…) Así podemos entender la existencia de algunos “hiperterapeutas” que supuestamente saben de todo y se atreven con todo”.
7.4. Esencias florales para los rasgos y mecanismos defensivos de la personalidad narcisista
Si en los dos apartados anteriores se ha enfocado el tema del narcisismo vinculándolo con personalidades bachianias o con personalidades psicológicas, en este apartado, desde otra perspectiva, se presentan las esencias florales representativas de los rasgos descriptores de la personalidad narcisista, así como también de los mecanismos defensivos comentados y definidos, por distintos autores, en la primera parte de este trabajo (Tabla 2). Las esencias florales elegidas no han de tomarse de manera exhaustiva, esto es, no son los únicos patrones florales ligados a cada ítem, pero sí quizás los más representativos o simplemente los aquí seleccionados.
Tabla 2.
Patrones florales de Bach relacionados con los mecanismos defensivos y rasgos de la personalidad narcisista
(entre paréntesis se muestran esencias del sistema FES-California)
Supresión de las emociones, creando tensiones en el cuerpo | Rock Water Water Violet |
Negación de las emociones, reduciendo la movilidad del cuerpo | Vine, Rock Water (Dogwood) |
Bloqueo de la percepción de las emociones, mediante la tensión en la base del cráneo que impide sentir el cuerpo | Agrimony |
Miedo profundo a sentir las emociones por miedo a la locura | Cherry Plum, Agrimony |
Negación de la tristeza y el miedo para no sentirse vulnerable. Evitar el anhelo o necesitar al alguien para no verse expuesto al rechazo y la humillación. | Vine, Vervain, Chicory (Sticky Monkeyflower) |
Necesidad de control y de poder | Vervain, Chicory, Vine (Trllium, Tiger Lily, Larkspur) |
Herida de humillación que sostiene la necesidad de control y poder | Star of Bethlehem (Echinacea) |
Herida de seducción | Chicory (Black Cohosh) |
“Sentirse especial” (sobre-valoración o exceso de auto-estima) | Chicory, Vervain, Vine, Beech (Daffodil, Sunflower) |
Miedo a la intimidad porque ésta requiere dejar el yo al descubierto | Mimulus, Agrimony (Sticky Monekeyflower, Poison Oak) |
Sentimientos profundos de vergüenza, inadecuación y falta de valía | Crab Apple, Larch (Buttercup, Pink Monkeyflower) |
Vivir la desilusión como catastrófica | Gentian, Sweet Chestnut |
Individualismo excesivo y dificultad de trabajo en equipo | Impatiens, Beech, Vervain (Tiger Lily, Quaking Grass) |
Polaridad prepotencia/impotencia (ego inflado/ego desinflado). Arrogancia, soberbia. | Scleranthus Vervain/Larch Vine/Centaury Chicory/Crab Apple Beech (Sunflower) |
Tendencia de explotar o usar a otros. Codicia. | Vervain, Chicory, Vine (Trillium, Tiger Lily, California Pitcher Plant, Mullein, Black Cohosh, Deerbrush) |
Carencia de empatía | Vervain, Vine, Chicory, Beech, Heather (Yellow Star Tulip) |
Envidia a otros o cree ser envidiado | Holly (Oregon Grape) |
Imposibilidad de asumir lo que vive como “imperfecciones del otro”. Actitud crítica permanente. | Beech, Willow |
Tendencia paranoide | Holly (Oregon Grape, Mallow) |
Importa más la imagen que los sentimientos. Relevancia de la imagen física externa. | Vervain Rock Water Crab Apple (Daffodil, Pretty Face) |
Falta de límites, de capacidad de auto-contención, y de valores (moralidad) | Vervain, Vine, Chicory Cherry Plum (Trillium, Dandelion) |
Dificultad de ver al otro “integrado” (“lo mejor o lo peor”), a sí mimos y a las experiencias de la vida. | Scleranthus |
Fuente: Elaboración propia
7.5. Heather y Scleranthus, dos de los comunes denominadores
Siguiendo a Wardetzki (2012) el enfoque sería considerar a Heather común denominador en cuanto patrón de auto-centramiento (así como Buttercup y Daffodil en FES-California) común al narcisismo, diferenciando en un estilo narcisista más agresivo o masculino (grandilocuente), en el que Vervain, Vine y Beech serían predominantes -también Chicory en su estilo más agresivo y de presentación del carácter de sobrevaloración-, y en la otra polaridad, en un estilo más femenino (sensible), estarían –entre otras- las personalidades bachianas Mimulus, Gentian y Centaury (véase la fig 2.).
Fig 2. Tipologías florales vinculadas a las tipologías narcisistas grandilocuente y sensible
También, aunque no se haya incluido en la fig. 2, Scleranthus sería otro factor común debido a la dificultad que tiene la personalidad narcisista de vivir las graduaciones en su autoestima y en la estima a otros; así como por representar este trastorno una polaridad de ego inflado/desinflado.
7.6. Esencias florales “ayudantes” del proceso con clientes con herida narcisista
Sin pretender tampoco aquí dar una lista exhaustiva, en este apartado se muestran algunas esencias “a modo de ideas” para tener en cuenta en el acompañamiento floral con este tipo de personalidad.
En el trabajo con las heridas del niño interior tendríamos presente a Star of Bethlehem, Sweet Chestnut y Gorse (Equinacea, Golden Ear Drops, Evening Primrose, Milkweed, Mariposa Lily, Baby Blue Eyes, en FES son una ayuda inestimable para reparar el origen parental de la herida narcisista; Zinnia para la recuperación de la frescura del niño interior; y, Fairy Lantern para el eterno adolescente). Heather, patrón de carencia afectiva, carencia de haber sido visto (Love-Lies Bleeding, cuando la tragedia se convierte en el centro de atención en un estilo narcisista más sensible).
Vine, aunque no se observe explícitamente esta tipología, es una ayudante magnífico “para ablandar”, para dejarnos sentir el lado femenino, que es nuestro lado emocional.
Rock Water, otro ayudante central en el tema que nos ocupa para trabajar la imagen rígida idealizada y, en consecuencia, la dificultad de asumir las críticas, aunque sean benevolentes (y no “enconarse” por ellas en el estado Willow). Crab Apple (Pink Monkeyflower) por la vergüenza con la que puede contactar.
Chestnut Bud, para potenciar el darse cuenta de sí mismo (Black Eyed Susan para el encuentro con los aspectos no reconocidos del Ser, Glassy Hyacinth para el encuentro con los aspectos que se viven como “monstruosos” de uno mismo).
Scleranthus para ayudarle a integrar las polaridades (y no vivir las experiencias y su propio auto-concepto como todo-o-nada), además de la pareja de esencias florales correspondientes.
Agrimony le rendirá siempre honesto con lo que siente y le ayudará a conectar con el cuerpo, centro de las emociones (Fucsia, en los caracteres más histéricos en el sentido freudiano). El contacto con las emociones le aliviará la ansiedad. (¡Nadie ha dicho que sea un camino fácil!, se reitera aquí, y aún menos para el narcisista).
Clematis y Gentian para cuando el globo idealizado de sí, del otro, de una expectativa laboral, etc. se resienta y el cliente vea la situación como “tremenda” (con frecuencia se sumergirá en estados Willow, Holly, Mustard, Sweet Chestnut y/o Gorse).
Beech, porque sabemos de esta esencia que no sólo es para la crítica al otro sino para la crítica a sí mismo , para esa separación entre el yo-real y el yo-ideal. Larch, en esta dirección, para los narcisistas más en contacto con su lado impotente, y para los que no lo están también, al trabajar en un enfoque de polaridades.
Vervain, Chicory y Vine (Saguaro, Sunflower, Tiger Lily) por la necesidad de control en su tratamiento. Beech y Holly (Baby Blue Eyes, Oregon Grape) por su tendencia crítica, desconfiada, hipervigilante y paranoide hacia la figura del terapeuta como figura de autoridad.
Wild Rose nos conecta con el amor/pasión a la vida, el amor a lo cotidiano, a lo que el narcisista puede vivir como “insignificante” y falto de interés, porque “no es especial”.
Finalmente en este apartado, conviene recordar el trabajo de R. Orozco (2005) “Inteligencia Emocional y flores de Bach” que desgrana cada una de las esencias florales de Bach que más directamente tienen que ver con la alfabetización y gestión emocional, dándole un enfoque que bien merece ser tenido en cuenta en el contexto que nos ocupa. Más que ninguna otra personalidad, quizás sea el narcisista un auténtico analfabeto emocional porque ¿no ha dedicado toda sus energías precisamente a huir de sus verdaderas emociones?, y porque uno o a ambos progenitores fueron también narcisistas, y por tanto, tampoco pudieron enseñarle inteligencia emocional.
Narciso
En el sistema de FES-California, habría que destacar a Daffodil (Narciso), esencia de investigación menos explorada y con menos casuística, pero que bien merece la pena considerar por ser la esencia dirigida directamente al estilo de personalidad narcisista (Stern, 2004). Pretty Face para cuando la belleza externa es demasiado importante, para dirigir la mirada a la belleza interior. Buttercup excelente para la sensación de falta de valía y la necesidad consecuente de reconocimiento externo. Sunflower para el equilibrio del ego. Equinacea y Black Cohosh por la herida de humillación y seducción turbia en la base del trastorno. Saguaro por el patrón de rebeldía y no consideración de la autoridad. Trillium y Mullein para la codicia y amoralidad, en los casos más extremos. Oregon Grape por la tendencia paranoide y Yellow Stur Tulip para el desarrollo de la empatía y la incorporación del otro como es y no como lo queremos ver. Por último habría que considerar Manzanita para ayudar a la persona a contactarse, tener más presente y con un significado más positivo su dimensión corporal.
8. NARCISISMO Y ESPIRITUALIDAD DE LA OBRA BACHIANA
“Nada puede crear tanto dolor como huir del Ser” (Eva Pierrakos).
Desconexión, pérdida de identidad, falsedad, vacío, insensibilidad, inseguridad, insatisfacción,… palabras que estremecen por el mucho sufrimiento para el narcisista, que ni se reconoce “enfermo”; y mucho drama para una sociedad occidental cada vez más narcisista.
“La maduración auténtica de la persona exige la mediación de la relación interpersonal. (…) Hoy más que nunca es necesario salir de sí y aceptar al otro y a la interacción humana como valiosa en sí misma, para ir creando un nosotros en el que cada uno sea libre y responsable ante los demás. (…) No para hacer de la tierra un paraíso, lo cual sería caer en la quimera y nunca sería realizable. Sino para el logro de una meta más modesta, pero más humana: que el hombre sea hombre para el hombre”. Bellas palabras de (Trechera, 1996). Será por esto que E. Grecco en sus cursos y discursos insiste mucho de la importancia del vínculo en el proceso personal.
Si el vacío existencial de la personalidad y cultura narcisista tiene también que ver con una pérdida de valores de la sociedad, con una pérdida de referencia de la comunidad, y por qué no, con una pérdida de la espiritualidad o de un sentido trascendente del Ser, como indica Alzueta (2010); entonces, la Terapia Floral cuando se aborda desde sus raíces, la obra del Dr. Bach, puede aportar a las personas con herida narcisista una estructura en la que mirarse a sí mismo como un ser especial, en este caso, en un movimiento sano, como un hijo del “creador” (en sentido amplio del término), que como uno más está luchando por encontrarse a sí mismo. En el “uno más” aparece la humildad, el humanismo que tanto necesitan las personas con esta herida.
“Nuestra espiritualidad procede de esta sensación de conexión con una fuerza u orden superior a nosotros. Si aceptamos que los seres humanos son criaturas espirituales entonces tenemos que aceptar también que la salud está relacionada con la espiritualidad. Estoy convencido de que la pérdida de la sensación de conexión con las demás personas, los animales y la naturaleza produce un trastorno serio de la salud mental” (A. Lowen)
Por último, me parece interesante mirar el narcisismo como un mecanismo en el que nos alejamos del Ser, de uno mismo. En este sentido, en todos y cada uno de nosotros habría un cierto grado de narcisismo, y si la lección de cada “día de colegio” es re-encontrarse o des-andar el camino de la dualidad Personalidad-Alma, el trabajo con el Sistema Bach, es un recorrido hacia el encuentro de uno mismo. Porque, ¿cómo podemos amar aquello que no conocemos?.
“Mantego desde hace mucho tiempo que si una persona no se ama a sí misma, tampoco puede amar a los demás” (A. Lowen)
9. BIBLIOGRAFÍA
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- Almansa, C. (2013). La relación transferencial en Terapia Floral. Ponencia presentada al IV Congreso de Terapia Floral de Sedibac, Barcelona. Disponible on-line: http://www.sedibac.org/sedibac/wp-content/uploads/2013/09/19_Ponencia_Carmen_Almansa.pdf
- Alzueta, M. (2010). Cultura narcisista. Instituto Ananda. Disponible on line: http://institutoananda.es/narciso/
- Alzueta, M. y Berruete, A. (2013). El narcisismo, una aproximación gestáltica. Apuntes de Gestalt del Instituto Ananda. Disponible on-line: http://institutoananda.es/lana10/
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- Lowen, Alexander (2000). El narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo. Editorial Paidós, Barcelona.
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- Orozco, R. (2009). Vervain y Vine: la personalidad antisocial. II. Congreso de Terapia Floral de Sedibac, Mayo, Barcelona. Disponible on-line: http://anthemon.es/articulos-y-publicaciones/articulos-monografias-estudios/articulos-de-ricardo-orozco/121-vervain-y-vine-la-personalidad-antisocial
- Orozco, R. (2010) Flores de Bach: 38 Descripciones dinámicas. Ed. El Grano de Mostaza, Barcelona.
- Orozco, R. (2011). El Nuevo Manual del Diagnóstico Diferencial de las Flores de Bach. Ed. El Grano de Mostaza, Barcelona.
- Orozco, R. (2001). Larch, ¿querer es poder?. Escrito disponible on-line: http://ricardoorozco.com/index.php/publicaciones/articulos/35-larch-iquerer-es-poder
- Stern, C. (2004). Los 30 nuevos remedios florales de california para la salud. Ed. Lugar, Buenos Aires.
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- Yontef, G. (2002). Proceso y Diálogo en Psicoterapia Gestáltica. Ed. Cuatro Vientos, Chile. 3ª edición.
Referencia de este trabajo:
Almansa, C. 2015. El narcisismo en la Terapia Floral. Ponencia presentada al V Congreso de Terapia Floral de Sedibac, mayo 2015, Barcelona. Disponible on-line: https://www.gestaltceres.com/el-narcisismo-en-la-terapia-floral/