Gestalt Ceres

Psicología. Gestalt. Terapia floral

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Eneatipo IV: El «Amor-Enfermedad» (Las perturbaciones del Amor, C. Naranjo) (5/10)

En su obra Cinco rostros del amor, André Maurois acuña el término «amor-enfermedad» para designar la pasión amorosa atormentada que caracteriza el mundo psicológico de Proust. Dice Maurois que, a diferencia de Madame de Lafayette, Roussseau o Stendhal, Proust ya no cree que la violencia de la pasión -se torne legítima por la calidad excepcional de los seres que son objeto de ellas-. Y añade: «Veremos que considera al amor-pasión como una enfermedad: inevitable, dolorosa y fortuita.»
Glosando esta observación a la luz de la psicología de los eneatipos, diría que tanto el amor del EII como del E IV son apasionados, con la diferencia de que el orgulloso cree, exalta e idealiza su pasión y el envidioso, que no cree en sí mismo, más bien la sufre.

Se puede decir que la persona envidiosa es adicta al amor. La envidia es un sentimiento carencial, una voracidad del otro, una especie de canibalismo amoroso que se autofrustra por su exceso. Por dos motivos lleva el exceso a la frustración: porque pide más de lo que es razonable esperar, y porque molesta al otro con su acoso. La situación puede compararse a la del bebé que muerde el pecho de la madre en su afán; a su frustración, que lo ha llevado a morder en primer lugar, se suma la producida por una madre dolorida que le pone mala cara o lo aleja.

La exigencia excesiva es respuesta a una frustración anterior, naturalmente. Es como si estuviera diciendo: «Dame porque no me han dado lo suficiente, compénsame«. Hay en esta exigencia de compensación un matiz de venganza. Para un adulto que no se desconoce completamente, la situación se complica porque se sabe “mordedor», y aquel que tiene una imagen negra de sí mismo -uno que percibe la carga agresiva que hay en su amor- no se siente digno y anticipa el rechazo. Es cosa bien conocida que la anticipación del rechazo se hace realidad. Lo explica un conocido chiste: alguien acude a casa de un amigo para pedirle prestada la guitarra. Ya encaminado hacia allí, en la finca vecina, se le ocurre pensar que es mala hora, pues tal vez su amigo esté comiendo. A los pocos minutos, aún en marcha, fantasea que no sólo se molestará con él su amigo, sino que tendrá pocas ganas de prestarle su instrumento. Una guitarra es una cosa muy personal para alguien que se dedica tanto a ella… Cuando, después de haber golpeado a la puerta de su amigo, éste le abre y sonrientemente le pregunta acerca del motivo de su visita, el otro no puede más que responder: «Vete al diablo con tu guitarra.»

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Fig 1. Willow

Aunque el gesto de la envidia es un excesivo pedir, demasiada exigencia, esta necesidad del amor ajeno se basa en la correspondiente incapacidad de valorarse o quererse a sí mismo; la persona depende, excesivamente del otro no por simple desconexión -como en el caso del EIII- de sus valores, sino por una desvalorización más presente que llega a extremos de una autoagresión consciente o de odio a si mismo, un sentimiento de ridículo. Cuando se habla de una pasión amorosa, es ese tipo de amor lo que se tiene presente; el amor-enfermedad, como dice Maurois.

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Fig 2. Crab Apple

Se puede decir que la intensidad de la importancia que se da al amor lo convierte en una gran pasión; pero más que pasión podría llamarse enfermedad. Por su elemento de dependencia e insaciabilidad. Una dificultad adicional a que la persona que tanto necesita cariño se sienta querida, más allá de su auto invalidación, es la invalidación del otro al sentir: «Si tú me quieres a mí, que soy una porquería, ¿qué clase de persona eres tú? -Si tú te puedes engañar tanto, tu necesidad debe ser tan grande como la mía.- La persona no puede concebirse querida y no se permite la satisfacción aun cuando podría decirse que la ha conseguido, aunque ello es difícil porque es muy característico de este caracter ver lo que falta más que lo que hay.

El amor no es suficientemente perfecto, o suficientemente exaltado o suficientemente romántico como para llenar su sensibilidad. Un amor tan susceptible de ser herido o frustrado se contamina de resentimiento, precisamente por la frustración o la necesidad.

El EIV es un carácter demasiado servicial, siempre a disposición, acomodaticio, incluso obsequioso, empático, ayudante, sacrificado, que aguanta hasta niveles masoquistas la frustración y el sufrimiento, pero al mismo tiempo se cobra o se compensa por todo su sacrificio a través de una exaltación de su mismo deseo frustrado, que se vuelve voracidad inconsciente.

No sólo se toma mórbido el amor de los envidiosos por la intensidad de su sed del otro, por su interpretación pesimista de las situaciones y su tendencia a la autofrustración; tan característico como ello o más es la tendencia de la persona a pedir por medio de un «ponerse enferma». La asociación de la actitud romántica con la enfermedad es suficientemente reconocida como para que haga gracia a cualquiera un chiste que encontré tiempo atrás en una revista: un médico, inclinado sobre el lecho de un enfermo, le dice a la madre de éste: «Su hijo es un poeta muy enfermo».

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Fig 3. Gentian

Mientras menos permitido es el pedir y más avergonzante el deseo, mayor la necesidad de atraer el objeto del deseo «inocentemente», es decir, sin culpa, a través de la intensificación de la experiencia -intensificación histriónica, pudiera decirse- de la necesidad y de su frustración. Mientras más prohibida la exigencia, más necesario se le hace a este carácter exigir, aparentemente sin pretenderlo, atención y cuidados, ya sea a través del sufrimiento, de su rol de víctima o de síntomas físicos y dificultades variables.

Se llama a esto, a veces, «chantaje emocional», y se observa no sólo entre amantes sino entre padres e hijos. La seducción a través de la debilidad y la necesidad nos es un recurso femenino tan conocido como la seducción de las irresistibles, que un par de generaciones atrás se expresaba en desmayos. No es, sin embargo, más que una amplificación del llanto con que todo niño llama a su madre pidiendo la satisfacción de sus necesidades o socorro.

Sin embargo, es necesario distinguir el lamento de la verdadera compasión hacia sí mismo. Pese a su búsqueda de compasión y su queja de no encontrarla, el EIV difícilmente la siente por sí, y ni si quiera le resulta fácil recibirla. Ni a recibir cosas buenas se siente con derecho, pues no sólo no se ama: se odia; se desvaloriza y se rechaza.

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Fig 4. Love Lies Bleeding

El amor transpersonal, más allá del yo y del tú, se puede decir que no está puesto característicamente en la esfera de lo religioso ni en la del bien tanto como en la de la belleza. Los valores superiores con los que se conecta la persona son principalmente el amor al arte y el amor a la naturaleza. Tal vez el amor a un dios personal se complique con el no sentirse merecedor, porque la evocación de lo divino sólo intensifica el dolor de la culpa. Por lo demás, admirar es cosa muy problemática para los competitivos.

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Fig 5. Pine

Lo erótico puede ser vehementemente perseguido, pues es una cosa que saca al individuo de lo ordinario y calma su sed de intensidad; pero existe en este carácter una dificultad en entregarse al placer, si no al otro; tanto es así que Wilhelm Reich interpretó el masoquismo como expresión de una inhibición orgásmica.

También es prominente la expresión del amor-dar, tipo ágape, que se manifiesta como orientación al servicio, defensa de los oprimidos y empatía. Los necesitados de piedad no saben recibirla, pero sí se apiadan fácilmente de los demás.

Fuente: Claudio Naranjo. El Eneagrama de la Sociedad. Ed. La Llave (dentro del Capítulo “Las perturbaciones del amor”)

 

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Video Claudio Naranjo – Eneatipo IV

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