En este caso se puede pensar en el amor perezoso como el de alguien que no está plenamente vivo. Un amor tibio, a «medio fuego», en el que la persona no está entera; opuesto al amor pasión, se lo puede caracterizar como un amor flemático.
Igualmente cabe decir de él que sea un amor distraído. Está dispuesto a dar mucho en el plano de la acción, pero le falta atención a la verdadera necesidad del otro. Acude a mi mente como instancia concreta de esta falta de atención a la verdadera interioridad del otro lo que alguien me comentó alguna vez de su -por lo demás ‘prestigiosa- analista: «Es como una nana» Un cuidado bien intencionado en el que falta comunicación profunda, empatía y entusiasmo. Seguramente sean los EIX quienes más a menudo regalen al otro aquello a lo que se refiere la expresión «presente griego»: un regalo costoso con el que el destinatario no sabe qué hacer ni dónde poner.
Fig 1. Tansy
El amor maternal del EIX puede ser incluso percibido como invasión. Conozco, por ejemplo, a alguien que recuerda haberse sentido asfixiada por el pecho de su madre. Ya se trate de un recuerdo real o de una extrapolación al pasado de experiencias posteriores e incluso presentes, su contenido es significativo. Se sentía la niña también sofocada por la pesada colcha sobre su cama, recuerdo en que parece cristalizar su sentimiento de molestia ante una madre que velaba por ella en un sentido concreto, pero por quien no se sentía abrigada en un sentido íntimo.
Suele tratarse de un amor que no escucha, sino que impone al otro su propia compulsión de maternidad o abnegación conyugal. La situación ha sido cómicamente expresada por Woody Allen en una imagen de su película «Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo»… un gran pecho avanza repartiendo leche como un surtidor y asolando el paisaje.
El papel de una persona generosa supone casi una segunda naturaleza; más que un rol consciente, es parte de la estructura de la personalidad el que la persona sea abnegada. Más inconscientemente que en otros caracteres, sin embargo, se trata de un amor seductor por cuanto la persona empezó pronto a sentir que necesitaba renunciar a sus propios intereses para ser aceptable. Tal vez no estaba segura de su situación familiar – como en el caso de un niño adoptado- y ha sentido que no merece, que no está a la altura, que podría perder su lugar. O ha sido el séptimo hijo de una familia de diez y, para hacerse ver y escuchar, para sobresalir, no ha encontrado otra manera de hacerlo que no dando problemas. En otras palabras, su regalo a los padres es la negación de su necesidad, de su frustración, de su reclamo o exigencia.
Fig 2. Centaury
Por cuanto la adaptación a los deseos y exigencias ajenas se hace predominantemente a través de la conducta, el amor en el EIX es -como en el caso del EI- un amor activo, y en su aspecto aberrante puede caracterizarse como abnegación o benevolencia sin la experiencia del amor. Tanto en la relación entre los sexos como en la maternidad, se trata de un amor institucionalizado, ajustado a un rol social acostumbrado.
La desatención o desinterés con respecto a la experiencia más íntima del otro se puede entender como una revancha por su excesiva deferencia para con el otro (en el plano de lo concreto y práctico): una «agresión pasiva». Otras formas de lo mismo son la negligencia, los actos fallidos, los olvidos e, incluso, la obediencia automática cuando ésta resulta destructiva.
Al examinar la experiencia amorosa del EIX en términos de la tríada de aspectos fundamentales del amor vemos que predomina, el amor al prójimo mientras que el amor por sí mismo es sentido como la mas profunda prohibición. El amor a Dios tiende a ser una experiencia menos prominente que el amor humano, aunque una fuerte tendencia religiosa puede llevar a que a veces no lo parezca. La tendencia religiosa de este tipo de personas suele ser resultado de la identificación con los valores de la sociedad y del amor al rito, y puede tratarse de una persona activa y a la vez piadosa, y sin embargo desespiritualizada en cuanto a que su relación con lo divino no entraña una disposición a (o un interés en) la vivencia mística.
Fig 3. Goldenrod
Parece, sin embargo, que en algunas personas el amor a la actividad artística constituyese un puente entre lo material y lo espiritual: el arte es un hacer, una actividad (especialmente el esculpir o pintar, cuyo producto es concreto) y, no obstante, un vehículo de experiencia espiritual y emocional a veces velada. Me ha llamado la atención, al revisar diversas biografías, encontrar tanto políticos como artistas entre los eneatipos IX. Pareciera que unos son los EIX «propiamente tales» y, los otros IX, aquellos que han hallado el contrapeso a una vida excesivamente practica en un quehacer artístico interiorizante.
Tiene mucho de madre el EIX, como si el dador se identificara con el rol de madre; aunque en su momento le faltó un profundo amor y se ha resignado a no sentirlo, sin embargo es como si quisiera llenar esa carencia con su propio dar a otro, proyectando su necesidad en un tercero. La renuncia es altruista y la necesidad del otro pasa a ser la propia, el otro pasa a ser, pues, un sustituto de sí, de su ser.
Fig 4. Red Chestnut
Los acidiosos, y particularmente un subgrupo de ellos, se permiten, sin embargo, una forma especial de amarse a sí mismos, una forma particular de amor a si mismos que es a la vez una desviación o perversión: el amor comodidad. Por mucho trabajo que pueda dar el ponerse cómodo, es un sustituto del verdadero amor a sí mismo, un compensar a través de la comodidad, el no conflicto y la suavidad una frustración más profunda. Expresiones de ese amor comodidad son, el alcohol, el tabaco y el comer. El efecto inalcanzable, es sustituido por tales estímulos en tipos como el gregario Mister Babbit, con su gran puro.
La falta de amor a sí mismo en el EIX se manifiesta en el desconocimiento de sus propias necesidades profundas, la desconexión del niño interior, la pérdida de espontaneidad lúdica, el haberse hecho adulto antes de tiempo y muchas veces, de forma muy visible, la toma de responsabilidades.
Fuente: Claudio Naranjo. El Eneagrama de la Sociedad. Ed. La Llave (dentro del Capítulo “Las perturbaciones del amor”)