Este texto recoge experiencias sobre el uso de Mariposa Lily en la clínica floral. El aporte de este remedio es central, ya que trabaja los aspectos fundamentales de construcción de la subjetividad de cada persona, proceso que acontece, inicialmente, en el marco de la relación del niño con la madre desde la concepción hasta los primeros tiempos de vida.
Lógicamente los resultados de esta interacción dejan huellas significativas en la personalidad, algunas de ellas decisivas para la posterior evolución de la persona. Sin embargo, hay dos hechos a considerar. El primero, que no se trata tanto de la vivencia en sí misma o de los acontecimientos en sí, sino de qué forma esta vinculación actualiza y desnuda la existencia de una estructura previa que es estructurante del modo como cada uno organiza su percepción del mundo y la manera de obrar sobre él. El segundo, que si bien la relación madre-hijo influye en el futuro del bebé, las experiencias forjadoras no son unitarias sino un “clima” constante, y esta cierta permanencia es, precisamente, la que da lugar a la gestación de cierta orientación en la conducta.
Nuestra madre nunca previó aquello en lo que nos hemos convertido
a partir de haber sido, de chicos, espectadores de su desesperación.
Marguerite Duras, El amante
Mamá es mala, según oí decir el año pasado en la fiesta de Navidad; pero yo creo que no, lo que pasa es (y esto también lo oí decir en la fiesta de Navidad) que está aburrida del mundo.
Reinaldo Arenas, Celestino antes del alba
–Mamá, quiero un toldo blanco cubriendo mi cama.
–La casa la tenemos muy limpia. Aquí no se cuela ni el polvo.
–A mí se me cuelan sueños muy feos.
Carlos Fuentes, Los años con Laura Díaz
La estructura previa
La búsqueda de seguridad es una dirección natural de la existencia, pero la manera en que ésta se logra encontrar varía de acuerdo con ciertos patrones arquetípicos inscriptos en la personalidad.
En general, la Psicología piensa que la configuración de nuestra subjetividad se construye históricamente a través de una secuencia de interacciones, sucesos y experiencias en las cuales convergen, de manera mancomunada, constelaciones personales, familiares, culturales, sociales y arquetípicas. Inclusive si se admite la presencia de factores constitucionales o innatos (no sólo biológicos sino emocionales); sin embargo, no se hace lugar a considerar que el tejido de relaciones de la persona, así como los acontecimientos cruciales de la vida, se configuran y responden de acuerdo con una estructura previa, es decir, anterior a la aparición de manifestaciones objetivas.
Tal vez el Psicoanálisis y, posteriormente, las corrientes estructuralistas han insistido en el punto de que no son los acontecimientos los que forman la estructura sino que es la estructura la que genera acontecimientos. Esto implica sostener la existencia de una matriz consustancial a cada persona, que se actualiza en los comportamientos, síntomas, sueños y vínculos, algo así como un patrón o campo “morfogenético” u holográfico que establece los bordes dentro de los cuales se escribe luego la historia personal. Y este “patrón estructural” es siempre un patrón Mariposa Lily, en alguna de sus doce variantes básicas de búsqueda de seguridad.
En otro trabajo nos hemos referido a este punto («Los doce refugios de la memoria»). Allí, se intentaba mostrar cómo los seres humanos buscamos en forma constante reactualizar, regresivamente, modos imaginarios de obtención de seguridad, y que todas estas modalidades pueden esquematizarse en doce estrategias mediante las cuales la persona resuelve su desamparo, sus miedos y sus carencias. También, decíamos que cada una de ellas es una faceta de la acción de Mariposa Lily, y que si bien se puede relacionar con otras esencias, no puede dejarse de señalar el hecho de que es el mecanismo Mariposa Lily el que siempre está en juego.
Las manifestaciones clínicas que vamos a considerar a continuación son expresión directa de alguna de estas modalidades Mariposa Lily.
La angustia frente a la existencia
La angustia es la experiencia humana de la amenaza inminente de llegar a no ser. En sí misma no es patológica y cumple, como tal, con la función de conectar, al sujeto, con la fuerza de la libertad y la energía de transformación en su proceso de evolución, ya que, para que esto suceda, es necesario que deje atrás los apegos del pasado que lo atan a formas superadas de ser.
Es muy interesante apuntar que la palabra «angustia» tiene la misma raíz latina (ang- «tener, estar con») que la palabra «angina» (que viene de ángere = «estrechar, angostar»). Tanto en la angustia como en la angina sentimos, precisamente, una dolorosa cerrazón de garganta (a tal punto que, a veces, no podemos tragar ni un sorbo de agua).
La angustia puede aparecer bajo la forma del temor a la pérdida o aniquilación de la identidad, a la muerte, a la pérdida del sentido de la existencia, y de muchas otras maneras, activas o pasivas, mediante las cuales la persona se enfrenta al descubrimiento de la capacidad disponible que posee para autoafirmarse y enfrentar así, sin desmoronarse y sin claudicar, los desafíos que el vivir le plantea.
Esta “capacidad disponible”, que cada quien atesora, está directamente relacionada a las interacciones que, desde la concepción hasta los primeros tres años de vida, el bebé vive con su madre. Cuanto mayor sea ésta, mayor será su fuerza para tolerar las experiencias de llegar a no ser (cambios de identidad, separaciones, abandonos, etc.). Su ausencia o fragilidad colocan a la persona ante la posibilidad de recorrer el camino hacia el desamparo, la psicosis, la melancolía, la incapacidad para relacionarse y otras diversas manifestaciones conectadas con la inseguridad radical por ausencia de sostén materno adecuado en los tiempos iniciales de la vida.
Sin duda, el sostén materno inadecuado, insuficiente, o su carencia impiden la construcción de los fundamentos de la subjetividad y de la intersubjetividad. Esto conlleva que la persona se encuentre partida en su relación con el mundo, consigo misma y con los otros, y dominada por intensos sentimientos de irremediable desamparo y aislamiento. Desde la clínica floral tal situación puede ser definida como una situación Mariposa Lily, como la herida profunda del alma atascada en la separación, la desesperación y la soledad.
William James, en Principios de Psicología, afirma: «La mayor causa de terror en la infancia es la soledad». Por su parte, el novelista inglés Bruce Chatwin,* retomando esta afirmación, escribe:
El doctor Bowlby indagó más a fondo las causas de la ansiedad y la cólera de los muy pequeños, y llegó a la conclusión de que el complejo vínculo instintivo entre la madre y su hijo –los gritos de alarma del bebé (muy distintos de los gemidos de frío, hambre o enfermedad); la «extraña» aptitud de la madre para oír esos gritos; el miedo del niño a la oscuridad y a los desconocidos; su terror ante los objetos que se aproximan rápidamente; su invención de monstruos de pesadilla donde ninguno de éstos existe, en síntesis, todas esas «fobias desconcertantes» que Freud intentó descifrar sin lograrlo– podría explicarse, en verdad, por la presencia constante de depredadores en la morada primigenia del hombre (Los trazos de la canción, Muchnik Ed., Barcelona, 1988).
Y agrega Chatwin: «El niño solitario, que patalea y chilla en su cuna, grita –si se traspone la cuna a los matorrales espinosos africanos–, porque, a menos que su madre acuda en el próximo par de minutos, lo devorará una hiena».
Por lo tanto, si en los primeros tiempos de nuestro arribo desde el útero materno a la «selva de cemento» globalizada, nuestra madre no acude a rescatarnos del terror ancestral –que permanece en nosotros como restos arcaicos del Inconsciente Colectivo– y nos alza en sus brazos, dándonos protección, cobijo y amor… ¡nos devorarán «las fieras»!, y probablemente seguirán «tragándonos» a lo largo de nuestra vida… Es así.
La inseguridad existencial
La vivencia de inseguridad Mariposa Lily no consiste en un sentimiento pasajero, un estado circunstancial transitorio producto de un acontecer exterior. Por el contrario, es una dolorosa permanencia que mana de los repliegues interior más arcaicos y profundos de la persona.
Al respecto –permítasenos esta digresión–, hace unos años circulaba por Buenos Aires una oblea (que pegaban en lugares públicos) que decía: «Antes era inseguro, ahora no sé…». Un chascarrillo la frasecita, pero imaginemos, en serio, el sufrimiento de ese sujeto cuando la enunció por primera vez, tal vez queriendo hacer un chiste acerca de su condición, pero todos recordamos bien lo que dice Freud acerca del chiste y su relación con el Inconsciente.
El primer nacimiento a la vida –el origen de la vida– es la concepción, ese momento sagrado donde los deseos de tres almas se entrecruzan para generar una nueva encarnación. El ámbito: la placenta, en la íntima seguridad del útero materno. Luego sucede el nacimiento propiamente dicho, es decir, un nuevo inicio, en el que «el refugio» del cuerpo de la madre es sustituido por sus brazos, que reparan la pérdida placentaria. Más tarde el psiquismo dormido despierta a una nueva conciencia que se va afirmando como un ser real, vivo y palpitante, como alguien diferente del resto del mundo, como alguien autónomo, congruentemente afirmado en torno a una identidad.
Pero este proceso puede acaecer de otro modo. En lugar de alcanzar un umbral positivo de seguridad donde apoyarse, diferenciarse y mediante el cual valerse, la persona edifica una estructura yoica endeble y dubitativa. Construye su personalidad sobre cimientos frágiles llenos de fisuras que se fraguaron, en la niñez, con el cemento de la inseguridad. De manera que esta condición la lleva a estar siempre en una posición de alerta, a sentirse constantemente en peligro, a vivir con temor a ser tragada por los otros y a rehuir el contacto con un mundo al que percibe como amenazante y poblado de inquietante hostilidad (véase la cita de Chatwin, mencionada antes).
¿Qué consecuencias se originan de ello? ¿Qué manifestaciones se filtran por las «grietas» de la personalidad en su intento de sellar sus agujeros, tapar sus carencias y llenar sus vacíos? ¿De qué diversos modos la persona se defiende ante un universo desprovisto de sentido al que aferrarse?
Algunas de estas maneras son las que vamos a analizar a continuación. Todas ellas han surgido de la observación clínica, pero es necesario hacer la salvedad de que otras quedan sin tratar y por lo tanto no se incluyen en este trabajo. Pero, en lo esencial, las expuestas aquí ilustran adecuadamente cómo la ausencia de una adecuada experiencia Mariposa Lily, en los primeros tiempos de vida, arroja al hombre a la vivencia dramática del desamparo radical.
Temor a ser tragado
La vivencia de temor a ser tragado –concepto que acuñara el Dr. Ronald Laing– indica tanto un miedo como una angustia. En ambos casos, la persona siente que aquello que se encuentra en juego es la preservación de su existencia. Una discusión, un cuestionamiento, una crítica pueden bastarle para colocarla en una situación vivida como “trágica y terminal”. Del mismo modo, cualquier relación puede transformarse en una amenaza, cualquier contacto puede “aplastarla”.
Para establecer un vínculo –sobre todo si se trata de algo profundo e íntimo– se requiere disponer de una cierta capacidad de autonomía y fortaleza en la identidad. Caso contrario, al carecer de estas cualidades, los encuentros con los otros pueden convertirse en experiencias peligrosas donde el individuo pierde sus límites. Entonces, el temor invade al sujeto ante cualquier contacto –aun consigo mismo–, ya que “la incertidumbre acerca de la estabilidad de su autonomía lo deja expuesto al peligro de que en cualquier relación pierda su autonomía y su identidad” (R. Laing).
Esta vivencia es capaz por sí sola de contaminar toda la existencia, al punto que lo amenazante puede no ser sólo lo peligroso, sino también el amor, el ser visto, el que conozcan su intimidad o cualquier modalidad de la cercanía afectiva. De modo que, muchas veces, los estados Mariposa Lily explican las dificultades de estos pacientes para aceptar el amor, pues lo viven como un riesgo que no pueden correr, como aquello que puede llegar a “devorarlos”. Para ellos, «el amor es un viejo enemigo / que enciende castigos y enseña a llorar», tal como dice Enrique Santos Discépolo en su tango «Canción desesperada».
Frente a esta experiencia de “temor a ser tragado” se desarrollan una serie de estrategias defensivas. Entre las más frecuentes, se hallan: la actividad constante, que lleva a la extenuación; el aislamiento y la soledad; la psicosis en general y la paranoia en especial, y la adicción a las drogas.
Estas referencias explican por qué muchos cuadros de hiperkinesis o hiperactividad infantil tienen el tema Mariposa Lily en sus raíces, y la razón por la cual las manifestaciones Cherry Plum responden tan benéficamente cuando se les administra Mariposa Lily. De manera similar, puede encontrase la misma cuestión en síntomas usualmente considerados Agrimony o Water Violet.
Otra puntualización clínica interesante de marcar es la presencia de una serie de temores muy característicos, tales como: miedo al fuego, a ahogarse, a hundirse en la arena y a las profundidades. Inclusive, en algunos varones que padecen impotencia, su temor a la penetración (a «ser tragado”) puede estar en la base de su disfunción sexual.
Vacío interior
Otro signo clínico importante a tener en cuenta es la vivencia de vacío interior, en donde la persona siente que está vacía y que, al mismo tiempo, ella misma es ese vacío. Esto la lleva a intentar colmar la “ausencia”, pero su vivencia dominante es que nada puede ocupar ese espacio, que con nada puede llenarlo, que es como si tuviera una fisura por donde se le escapara todo lo que trata de poner allí.
(No queremos pecar, en este trabajo, de excesivamente «literarios o ficcionales», pero ¿quién mejor que un gran poeta –en este caso, el portugués Fernando Pessoa– para «verbalizar» un sentimiento tan visceralmente desolador como el que se trata aquí? «Escuchémoslo»: Mi alma se rompió como cuenco vacío / Cayó escaleras excesivamente abajo […] / Soy una dispersión de trozos sobre un felpudo sin sacudir.)
Por otra parte, cualquier búsqueda de contenidos tomados de la realidad (relaciones, afectos, etc.) son experimentados como peligrosos y capaces de provocar una explosión interior. De esta manera, por una doble vía, el sujeto siente imposibilitado el acceso a “algo” que llene ese vacío.
En la clínica esto se manifiesta en personas que no soportan el choque con la realidad, que tienen terror a vivir y a experimentar la vida, a sentir placer y que, inclusive, aparecen como indiferentes, inafectivas como si nada les llegara o movilizara. También, se puede observar que la tendencia a la desesperanza –como sucede en los cuadros Gorse– puede ser una manifestación Mariposa Lily encubierta.
Despersonalización
El concepto de despersonalización adquirió un importante auge a partir de los estudios sobre esquizofrenia, ya que constituye un síndrome central de esta enfermedad.
Usualmente se vincula esta condición con estados psíquicos disociados o escindidos –no necesariamente psicóticos–, en los cuales la persona se vivencia como no siendo ya la misma en cuanto a su identidad corporal, yoica o en relación a los otros y al mundo. Es común que, además, la persona que sufre este síntoma padezca una fuerte sensación de extrañeza y falta de familiaridad con todo aquello que hasta ayer le era habitual.
La experiencia Mariposa Lily de inseguridad existencial deja una marca que vuelve casi imposible recuperar la certeza en torno de quién se es.
Esto sucede debido a que la débil identidad defiende su existencia recluyéndose en el aislamiento, con la intención imaginaria de lograr, así, preservarse. Pero ocurre que, cuanto más aislamiento, más disminuye el nivel de seguridad, más crece la faz amenazante del otro y del mundo externo y más aumenta el desconocimiento de sí mismo. Se estructura, entonces, un círculo vicioso, en el cual aparece, al final de la serie, la irremediable pérdida de la identidad.
En la clínica, este sentimiento de “ya no ser uno mismo” puede mostrarse como tal, pero también suele manifestarse de un modo encubierto como fatiga, depresión, brote obsesivo, excesivo conformismo, crisis existenciales, bipolaridad emocional, patologías del sistema nervioso y/o inmunológico y tendencias compulsivas a la evitación.
Extrañamiento corporal
Una de las formas que adquiere la despersonalización es el extrañamiento corporal. Vale recordar que entramos en la vida por el cuerpo de mamá, que nuestro cuerpo es la morada donde habitamos, que nuestro cuerpo guarda la memoria de nuestra vida, que sentimos con el cuerpo, que, en suma, el cuerpo es el pivote de nuestra existencia. (Nota: Esta situación corporal entre madre e hijo describe la acción de la esencia Madrone).
Cuando no se ha tenido, en los primeros tiempos de vida, una relación materna en la cual la madre ofreciera su cuerpo como campo de transmisión y recepción de afectos, comunicación, sostén, cobijo y protección, la persona puede llegar a experimentar su Yo como si estuviera divorciado de su cuerpo.
Esta circunstancia priva al sujeto de una relación activa y vívida con el mundo y con los otros, como si fuera un observador no participante. Contempla pero no se compromete, piensa pero no siente, mira pero no disfruta.
Un grado normal de esta problemática es lo que acontece en la adolescencia con el cuerpo y la identidad. De alguna manera, todo cambio corporal implica una suerte de crisis de “extrañamiento” que es posible ir atravesando y resolviendo en forma satisfactoria; ahora bien, cuando este cambio ocurre en una personalidad fragilizada, en su estructura Mariposa Lily, puede sobrevenir una crisis de proporciones alarmantes.
En la clínica hay toda una serie de manifestaciones puntuales. Algunas de ellas son: frigidez, anorgasmia, falta de sensibilidad dérmica, exceso de intelectualismo, no saber qué se siente, histeria, alexitimia, vulnerabilidad, sensaciones paranoicas de ser observados, ocultamiento y rigidez corporal.
Infertilidad
Si bien la infertilidad es un síntoma que puede estar relacionado con otras constelaciones emocionales, hay una importante participación de los afectos Mariposa Lily en su formación, y no sólo en la mujer, sino también en el varón.
La carencia de madre durante la infancia, la introyección de una imagen de madre represiva y censuradora y una vivencia de madre ausente son, entre otros, factores que obstaculizan una adecuada identificación de la mujer con el rol matricial, con la capacidad de ocupar la posición de procreadora.
A veces, esto está directamente aparejado con la falta de seguridad o merecimiento para ser madre, y ésta es una razón de peso; pero hay otras, como el no haber tenido un modelo del cual aprender, en una etapa crucial de la vida, cómo “ser mamá”.
Muchas mujeres no poseen un clima vaginal adecuado para permitir la vida espermática. Un Ph demasiado ácido contribuye negativamente a la fecundación. En esa misma línea, hay mujeres que no logra anidar lo fecundado y lo pierden; otras rechazan –casi como una “reacción alérgica”– el embarazo. Hay varones que no tienen una buena movilidad espermática o mujeres que no ovulan o sus óvulos son inmaduros. En fin, hay toda una secuencia de cuestiones relacionadas con la concepción y el embarazo que se ligan profundamente a la dinámica Mariposa Lily.
Pero hay un punto sobresaliente en el tema de la infertilidad que no debe ser descuidado. Y es el siguiente: hay una concepción física y otra emocional, hay un embarazo físico y otro emocional. Muchas veces la mujer es fértil orgánicamente pero no afectivamente, y ese hijo «que no llega» paga esta consecuencia.
En esta instancia, Mariposa Lily ayuda a una mejor concepción y embarazo en todos los niveles de la persona.
Psicosis
Un tópico en el cual pueden encontrarse resultados sorprendentes con Mariposa Lily es en las psicosis. En general, en cualquier cuadro psicótico, pero, en especial, en las formas disociativas (esquizofrenias) puede utilizarse esta esencia benéficamente. Lo mismo ocurre con el autismo y los cuadros de alteraciones infantiles prepsicóticos.
Hay que pensar que las psicosis son maneras de huir de una realidad vivida como dolorosa y el intento de recrear condiciones de seguridad aun a costa de la pérdida de la realidad. Que esto no le dé resultado al sujeto no significa que su finalidad no esté dirigida a este objetivo.
Quien haya trabajado con pacientes psicóticos y les haya administrado Mariposa Lily ciertamente puede dar fe del aporte que esta esencia brinda al mejoramiento de la condición afectiva del paciente. De la misma manera, los numerosos registros clínicos de tratamientos de pacientes que atravesaron situaciones psicóticas y prepsicóticas –u orillaron esta condición– nos hablan de la necesaria inclusión de esta esencia en todo abordaje de este tipo de padeceres.
Adicciones
Uno de los caminos mediante el cual se intenta cubrir la carencia de amor es mediante la adicción. A veces, esta adicción se manifiesta en la comida (como una forma Heather), otras por medio de la ingesta compulsiva de alcohol o de drogas. Mediante todas estas estrategias la persona busca compensar la falta de amor materno y de sentido en la vida.
Lógicamente no todas las adicciones tienen una estructura carencial Mariposa Lily, aunque en toda adicción esta esencia da una ayuda eficaz.
Aunque distinto, otro síntoma que vale la pena mencionar aquí, es la voracidad, inclusive en sus formas más destructivas. Sobre este síntoma –aun cuando se haya consolidado como rasgo de personalidad– también trabaja muy activamente Mariposa Lily.
Melancolía
¡Ah, cuánta melancolía! / ¡Cuánta, cuánta soledad! / El alma mía vacía / ¡que siento inútil y fría / dentro de mi corazón!
La melancolía –tan vívidamente trasmitida a nosotros por Fernando Pessoa en los versos que anteceden, y que en su Diccionario del uso del español María Moliner define como «una tristeza suave no causada por una verdadera desgracia» (sic)–, si bien es una experiencia cercana a la depresión y a la tristeza, tiene una dinámica diferente. En su rasgo extremo, la melancolía conlleva vivencia de pérdida, pues junto con el objeto de amor se ha perdido el propio sujeto. La melancolía consiste en una ausencia de horizontes y de futuro y, entonces, se carece de razón para vivir.
En ocasiones esta manifestación tiene un rostro psicótico, en otras se hace carne en diabetes, osteoporosis, leucemia o várices, pero, en la mayoría de las veces, emerge como un trastorno que pone en conflicto al ser en relación al sentido de su existencia. Mariposa Lily actúa, en este cuadro, como un bálsamo curativo imprescindible.
Hay un punto interesante de observar. Así como la tristeza tiene una conexión con los pulmones (de paso, mencionemos este «consejo» que nos brinda, con su proverbial sabiduría, el Viejo Testamento, en Eclesiástico, 30:24-25:»Ámate a ti mismo y consuela a tu corazón, y echa lejos de ti la tristeza; porque a muchos mató la tristeza y no hay utilidad en ella»), a tal punto que es el estado emocional propio de la tuberculosis y de toda patología pulmonar, la melancolía (palabra que viene del griego «melankholía», compuesta con «melas» = negro y «kholé» = bilis, que significa «bilis negra») encarna en el hígado; por lo tanto, cuando nos encontremos frente a patologías hepáticas, tengamos en cuenta la ingesta de Mariposa Lily, puesto que esta esencia colabora eficazmente en el proceso de cura de dichas patologías.
He realizado hace unos años el seguimiento de 14 casos de pacientes oncológicos con tumores hepáticos, a quienes se les administró Mariposa Lily por largos períodos. Los resultados mostraron la diferencia en progresos físicos (más allá de los afectivos) de los pacientes tratados con este remedio, en comparación con los que no lo habían hecho.
Depresión
La reacción de aflicción y depresión Mariposa Lily se origina ante la experiencia del “nido vacío” y el enfrentar la caída del sostén de la razón de existencia. A diferencia de la personalidad Chicory –más propensa al arrebato del resentimiento, el reproche y la actitud de víctima–, Mariposa Lily, ante la pérdida, se sume en el abandono y en el repliegue, y cualquier situación errónea que pueda originarse por su causa se debe más a su omisión que a su acción. A imagen de Deméter, traspasada de dolor por la desaparición de su hija Kore, el estado Mariposa Lily se refugia en la inacción, el desinterés por el mundo y la ausencia de motivos para vivir. Si padecemos este cuadro emocional, si nos domina esta vivencia, Mariposa Lily es la esencia adecuada para sanar la herida que nos consume.
Dificultad para enfrentar los cambios y dependencia
Toda la vida sucede en un continuo cambio. Nuestra personalidad es lo que nos identifica y nos da permanencia en las transformaciones. Hay que visualizar que la personalidad necesita cambiar para adaptarse a los requerimientos nuevos que la existencia le va planteando. En caso de no hacerlo, o no hacerlo eficazmente, el ser humano se enferma.
La capacidad de cambio y adaptación está relacionada con el nivel de seguridad que la persona posee. Por ejemplo, una persona envarada, rígida está demostrando con su poca flexibilidad el miedo que le produce cualquier modificación. Cuando alguien demuestra resistencia, dificultad o incapacidad para aceptar los cambios y adaptarse a ellos, puede estar encubriendo con esta conducta un profundo sentimiento de inseguridad..
De igual manera ocurre en las diferentes formas de dependencia emocional y vincular. La falta de autonomía, el vivir la vida a través de los otros, la ausencia de capacidad de decisión, el sometimiento, el dogmatismo implican poca o nula seguridad en sí mismo.
En ambos casos, Mariposa Lily restaura la falta de confianza, firmeza y autoestima, y desarrolla un fuerte sentimiento de seguridad para proceder libremente y cambiar toda vez que se haga necesario.
Relación conflictiva con la madre y con las mujeres
Uno de los tópicos más conocidos en el uso de Mariposa Lily es el referido a la relación con la madre y con las mujeres. Esta esencia brinda sanación de los diversos conflictos y patologías derivados de una inadecuada, insuficiente, ausente, equivocada o mala relación con la madre en los primeros tiempos de vida, así como los que derivan –vía transmisión inconsciente– de las mujeres “ancestrales” de la familia.
Todas las inscripciones familiares, biográficas, prenatales o arquetípicas se trasladan no sólo a relación posterior con la madre sino a todas las mujeres, de manera que la persona, en cada encuentro con ellas, revive transferencialmente esta relación, las ve no tal como son sino a la luz de sus experiencias pasadas.
Esto produce muchas situaciones conflictivas en los vínculos –y no sólo de pareja–, que se polarizan entre la idealización y la denigración extremas, entre la búsqueda de un pecho nutricio inagotable y el rechazo de todo lo que el otro puede dar.
En estos casos Mariposa Lily permite curar el pasado y liberar las energías retenidas en el ayer, fijadas a las figuras parentales maternas.
Abuso materno
Si bien Mariposa Lily suele ser una buena prescripción en casos de abusos infantiles en general, hay un terreno donde brinda una sanación especialmente adecuada: los abusos maternos.
Desde hace años he tenido la ocasión de escuchar relatos, de parte de hombres y mujeres, acerca de madres abusadoras, y de acumular conocimiento sobre las probables consecuencias que estas experiencias pueden ocasionar en la persona abusada. He visto, por ejemplo, que no sólo la discapacita en áreas específicas, como la pareja o la sexualidad, sino que afecta el propio sostén de la identidad.
No siempre el abuso materno es sexual. A veces, se trata de maltrato, golpes, seducción, tortura psicológica o manipulación moral. Pese a los distintos conflictos que cada una de estas conductas perversas ocasiona, todas ellas vulneran el sentimiento de seguridad de la víctima, sumiéndola en la incerteza de no saber a dónde van dirigidos sus pasos por la vida.
En el plano corporal, es muy significativo el índice de aparición en colagenopatías, síntomas del sistema conjuntivo, especialmente esclerosis, y patologías autoinmunes, en historias clínicas relacionadas con el abuso materno.
La prescripción de Mariposa Lily como remedio para este cuadro emocional me ha permitido ver resultados muy positivos, tanto a nivel de la historia como de la enfermedad en pacientes con esta problemática.
Mariposa Lily en el cuerpo
El sistema digestivo y el respiratorio son –como sistemas–marcas maternas en el cuerpo. Representan la función nutritiva y de afecto esenciales, al punto que el oxígeno y la comida se convierten en sustitutos del amor, y la demanda de ”aire” y de “alimento” devienen en demandas de amor.
De la misma manera, la piel actúa como la segunda placenta que da protección al nacer y defiende al recién nacido de los estímulos hostiles del mundo. A través de la piel, el bebé siente la presencia, el contacto, la cercanía y el cariño materno. Es lo que le da la primera percepción de borde, de límite, cobijo y contención fuera del útero materno.
Por otra parte, el sistema óseo brinda sostén, estabilidad y seguridad, a la par que protección.
De manera que estos cuatro sistemas: digestivo, respiratorio, piel y óseo están ligados estrechamente a la función Mariposa Lily. Y esta esencia, a su vez, derrama una importante acción benéfica sobre ellos, tanto en sus heridas, como en sus síntomas y sus disfunciones.
Muchas manifestaciones psicosomáticas dan cuenta de esta ligazón, como por ejemplo el asma o la osteoporosis.
Ahora bien, la intención aquí no es analizar ninguna manifestación o sufrimiento del cuerpo, en particular, sino tan sólo señalar que sobre él también se vuelca la problemática Mariposa Lily y que, en muchos sentidos, este remedio es imprescindible a la hora de pensar un tratamiento que afecte alguna de estas áreas mencionadas.
Palabras de cierre
Las referencias a algunas aplicaciones clínicas de Mariposa Lily –entre otras en las que puede prescribirse– no tienen que hacernos olvidar su patrón emocional esencial. Aunque la estructura sólo sea captable en los acontecimientos, los síntomas son significantes de un campo de organización de la vida que los trasciende. Y éste es el punto alrededor del cual la clínica debe organizar las manifestaciones singulares.
Para muchos terapeutas, Mariposa Lily representa una herramienta básica. Más allá de cualquier otro comentario, puede afirmarse que esta esencia constituye un esquema de acción que brinda el bálsamo de la reparación para el daño de la inseguridad ontológica, que –reiteramos– arroja al hombre al desamparo, la desolación y, por qué no, al desencanto por la vida.
Como estas vivencias encarnan en síntomas, sueños y vínculos conflictivos, el ropaje con el cual se revisten, en cada caso, va a depender de una compleja trama de factores que se subordinan a la singularidad de una existencia. Pero, igualmente, tras las máscaras y las formas diversas, siempre puede descubrirse la constante permanencia de una herida del alma.
En Nueva España, México, en el siglo XVII, es decir, antes de Freud y el Psicoanálisis, antes del Dr. Edward Bach y la Terapia Floral, una lúcida mujer de letras, Sor Juana Inés de la Cruz, escribió: «La salud del alma es el amor de Dios, y así cuando no tiene cumplido amor, no tiene cumplida salud, y por eso está enferma». Como terapeutas no podemos no suscribir sus palabras y coincidir con ella en que, si no tenemos cumplido amor, fatalmente enfermamos.
No importa cómo intenta encubrir la persona adulta sus heridas del alma a causa del desamor originario: ella siempre terminará por revelar esa carencia maternal que padeció en los primeros años de la infancia.
Fuente: Artículo escrito por el Dr. Eduardo H. Grecco. Psicólogo. Terapeuta Floral. Cedido amablemente por el autor.Web de su Escuela Floral en México: http://www.escuelaeduardogrecco.com/